lunes, 2 de noviembre de 2009

EL NUEVO ORDEN MUNDIAL EN CLAVE SPENGLERIANA


"Todo poder es una conspiración permanente "

HONORÉ DE BALZAC



"El mecanismo del Estado romano, desde Escipión el Africano hasta Augusto, permaneció mucho más estacionario de lo que generalmente se cree. Pero los grandes partidos son sólo en apariencia el centro de las acciones decisivas. Lo decide todo un pequeño número de cerebros superiores, cuyos nombres en este momento no son acaso los más conocidos."

OSWALD SPENGLER




Desde el final de la Primera Guerra Mundial y la creación de la Sociedad de Naciones, el deseo de consolidar un Nuevo Orden Mundial que regule diplomáticamente las relaciones internacionales viene sobrevolando las mentes de los expertos más avezados en geopolítica del último siglo. Paralelamente, la visión de una sociedad implacablemente gobernada por una élite tecnocrática que, bajo el manto de una aparente democracia, se vale del control burocrático de la educación pública y del sector económico y financiero (a través de las universidades, las empresas multinacionales y la Banca Mundial), el monopolio de los emporios mediáticos y la absoluta potestad para crear nuevos organismos globalizadores (UNESCO, OMS, OTAN, FMI, etc.), cautivaron la imaginación de multitud de literatos que a lo largo del siglo XX ofrecieron la inquietante descripción de un futuro en el que la Humanidad sería atomizada y esclavizada por un gobierno "invisible" de poder omnímodo y proporciones planetarias. Autores como A. Huxley o G. Orwell llevaron hasta sus últimas consecuencias las llamadas anti-utopías, alertando de la tiranía que el uso indiscriminado de los avances tecno-científicos y el control social por parte del Estado podían ejercer sobre la población de un futuro no muy lejano.

No obstante, no estamos hablando de ciencia ficción ni de paranoias conspirativas. Las pretensiones imperialistas del N.O.M. se corresponden perfectamente con el pathos del imperium mundi profetizado por Spengler. Esos "cerebros superiores" conforman la espina dorsal de las oligarquías que durante muchas generaciones han dominado un mundo sometido a la dictadura del Dinero. Pero esta hegemonía empieza a vacilar en cuanto formulamos la siguiente cuestión: es innegable que las decisiones políticas de mediana envergadura, las que aparecen a todas horas en prensa y televisión, se siguen llevando a cabo con dinero; pero en lo que respecta a la alta política del presente, ¿se desarrolla todavía por dinero? La respuesta es un simple y contundente no. Es la voluntad de poder y no de enriquecerse la que marca la pauta a las élites dirigentes, y ello desde hace mucho más tiempo del que se cree. Pero esta sutil variación de la tendencia es la que anticipa la índole del Cesarismo auténtico, para el que los hechos económicos no son sino un arma más al servicio de la constante actualización del Gobierno Mundial o Imperio como idea política.

El Club Bilderberg, el Club de Roma, la Comisión Trilateral, en cuyas fisonomías puede apreciarse la inconfundible impronta de ese imperialista nato que fue Cecil Rhodes, son ejemplos de que la alta política, la única que actualmente se preocupa del futuro, que tiene dirección, y por tanto, la única que cuenta para el mundo de los hechos, está al fin desligada de cualquier elemento "democrático": ideologías, partidos, mítines, elecciones... Al contrario, toda esa parafernalia es un instrumento cuidadosamente preparado para dicotomizar y confundir a la "opinión pública", mientras los mismos que han creado es paradigma pueden actuar con plena libertad de acción en sus planes de conquista.

Así pues, la partitocracia vigente está siendo paulatina y silenciosamente sustituida por una nueva forma de gobierno, forma que en las etapas sucesivas culminará con el retorno del mismo elemento dinástico que había sido reprimido durante más de dos siglos de repúblicas democráticas. De una parte, las dinastías del Dinero (Rockefeller, Rothschild, Carneige, etc.); de otra, las añejas dinastías de la Sangre (las grandes casas reales, como los Habsburgo). La lucha entre ambas facciones marcará el regreso de la Autoridad y el Honor como premisas indiscutibles para la nueva fase de Occidente en su sino particular: el Nuevo Orden Mundial, el Imperio Universal que simbolizará la última misión histórica de una raza cuya vitalidad se consumió hace mucho tiempo entre las brumas del pasado.

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