lunes, 29 de diciembre de 2008

CAMINANDO HACIA EL CESARISMO


"Nihil Adeo Ardvvm Est Qvod Virtvte Conseqvi Non Possit"
("Nada es tan difícil que no se pueda conseguir con coraje")

JULIO CÉSAR




Es rasgo característico de la Antigüedad que el poder militar estuviese indisolublemente unido al poder económico. Sobre ambos ejes giraba la política de la República romana desde al menos el siglo IVa. C. Las campañas bélicas se convirtieron bien pronto en la principal fuente de ingresos para las arcas del Estado, de modo que los pueblos extranjeros se vieron en la obligación de pagar con tributos y esclavos su sometimiento a la civilización más eficiente que jamás conoció el Mediterráneo.

Durante centurias enteras, fue sinónimo de honra y distinción social valores tan preciados como el espíritu guerrero, el valor y arrojo en la batalla, así como la capacidad de mando y obediencia en los momentos decisivos de la campaña. Tales eran las virtudes que el pueblo romano exigía de aquellos ciudadanos que poseían tierras, y cuyo orgullo y lealtad a Roma garantizaban la hegemonía de su estirpe.

Sin embargo, esta situación fue declinando y diversos cronistas relataron de primera mano cómo el espíritu heroico se relajó hasta alcanzar extremos vergonzosos, no quedando otra solución que la de reclutar en las levas de soldados a simples aliados, mercenarios y gentes de la más variada procedencia. Esta circunstancia, que marcó un antes y un después en la Historia romana, quedó reflejada desde la llegada al consulado del general Mario (107 a. C.).

La situación de la República, muy debilitada tras la reforma agraria de los Gracos, provocó una fuerte reacción senatorial que evidenció la falta de unidad y la susceptibilidad de corrupción por parte de sus dirigentes. Este caos interno fue aprovechado por Yugurta, sobrino del rey Micipsa, para usurpar el protectorado de Numidia y sobornar a la comisión senatorial bajo la promesa de apoyar sus aspiraciones personales.

La derrota de las tropas romanas a manos del propio Yugurta obligó a la asamblea popular a ascender a Mario, quien se enfrentó ante la negativa del Senado a proporcionarle ejército alguno. Este acontecimiento sin precedentes forzó al nuevo cónsul a realizar una profunda reforma militar que con el tiempo significó la profesionalización de un Ejército que, adicto a sus generales, tan sólo se movilizaba en interés de tierras y dinero.

Una vez sofocado el conflicto en Numidia, Mario tuvo que hacer frente a las invasiones que diversas tribus germánicas efectuaron en la Galia y en territorios septentrionales de Italia. Sus victoriosas campañas le valieron la reelección al consulado en reiteradas ocasiones, y no dudó en utilizar la creciente popularidad de sus hazañas para atraerse al poder financiero y a la plebe mediante recursos abiertamente demagógicos.

Hacia el año 100 a. C., la situación empeoró de tal forma que Roma cayó en un ciclo de contiendas civiles originado por las ambiciones privadas de caudillos como Sila (88 a. C.), quien venció a la resistencia democrática en Porta Collina y estableció la dictadura con el fin de reorganizar el Estado y restaurar a la clase senatorial al primer plano político-administrativo.

No mucho después, cónsules de la talla de Pompeyo, Craso o el mismo César confirmaron la tendencia de un Ejército sumido en la anarquía, dividido e instrumentalizado por las promesas de sus respectivos generales. Como es sabido, este desequilibrio militar e institucional culminó en la dictadura de César, que señaló el fin de la República y el definitivo y permanente ascenso del Imperium, con el cual se le otorgaba plenos poderes y total libertad de acción al máximo mandatario.

A juicio de Spengler, "El imperio significa, en toda cultura, el término de la política del espíritu y del dinero". ¿Cuál es la implicación de semejante afirmación para nuestra propia cultura?.

En Occidente, el poder político está fuertemente adherido al poder económico; la máquina ha suplantado a la espada como método para conseguir riqueza. No obstante, contemplamos con cínica resignación a las razas de color inundar y colapsar nuestras calles y ciudades con la seguridad de encontrar un empleo con pasmosa facilidad. En cambio, los hijos de las naciones occidentales se desentienden cada vez más de los oficios realmente productivos, y deciden abrirse camino en el lucrativo negocio de los cargos públicos, cuando no se abandonan a la más esperpéntica holgazanería. ¿Se está produciendo el mismo fenómeno que, análogamente, supuso la caída del régimen democrático en Roma? ¿Es la actual crisis que se vive en todo Occidente el preludio de una época caracterizada por la violencia y el dominio del más fuerte?

"Aquel cuya espada logre la victoria será señor del mundo. Ahí están los dados. ¿Quién se atreve a echarlos?" Así concluyó Spengler su obra Años Decisivos, vaticinando las inquietantes perspectivas que hoy se ciernen sobre nuestra civilización.




lunes, 15 de diciembre de 2008

NIETZSCHE Y EL IRRACIONALISMO


"Soy lo bastante fuerte como para dividir la historia de la humanidad en dos".


FRIEDRICH NIETZSCHE




Sería del todo imposible interiorizar las teorías spenglerianas sin tener alguna noción del irracionalismo profesado por el alemán.

Es indudable que Spengler fue ampliamente influenciado por el pensamiento del genio irracionalista Friedrich Nietzsche. En su obra El origen de la tragedia en Grecia, Nietzsche advirtió que la esencia de la espiritualidad griega se debatió en la dicotomía existente entre dos principios contradictorios. El primero es el elemento apolíneo, sustentado por el ensalzamiento de la individualidad que aprobó la aristocracia. El culto de Apolo resalta el lado "luminoso" del hombre: la racionalidad que demuestra la armonía del orden cósmico. El segundo es el elemento dionisiaco, que reconoce y acepta el lado "oscuro" del mismo: los irracionales instintos que, brotando de las insondables profundidades del alma, le incitan a fundirse con la naturaleza y con el colectivo del que forma parte.

El espíritu apolíneo, representado en las formas artísticas de la arquitectura y la escultura, reflejaba el orden y la disciplina que caracterizaban las virtudes de la nobleza. En cambio, Dioniso significaba la abolición de las convenciones establecidas, de ahí su permanente embriaguez y demencia; el arte dionisiaco por excelencia se asignó a la música.

De hecho, las orgiásticas fiestas consagradas a Dionisos fueron moderándose hasta derivar en una representación simbólica y mímica que terminó sintetizándose en la tragedia griega. Antes de la aparición de los grandes trágicos (Esquilo, Sófocles y Eurípides), el mundo prehomérico estuvo dominado por los ideales heroicos y caballerescos de la kalokagathia, en los que primaba la lucha por la vida, el arrojo en la batalla y las ansias de poder y botín. La popularidad de estas virtudes alcanzó su punto álgido en los escritos épicos de Hesíodo y Homero. Sin embargo, con la llegada de los primeros trágicos, esta ética ancestral empezó a ser objeto de críticas en las que se asimilaba el dolor, el sufrimiento y la muerte como partes integrantes de la existencia. Para ellos, el crecimiento espiritual y el devenir estaban estrechamente ligados al padecimiento y la desdicha.

Con todo, apenas cien años después la tragedia sucumbió ante las pretensiones apolíneas de los filósofos socráticos, que expulsaron el elemento dionisiaco con el fin de consolidar la racionalidad e inteligibilidad de la vida. Este acontecimiento se plasmó en el teatro puramente apolíneo de Eurípides.

Para Nietzsche, la metafísica platónica es fruto de la insana hostilidad de Sócrates hacia la vertiente irracional constitutiva del hombre y la realidad, por lo que cualquier explicación filosófica, religiosa o incluso científica sobre la vida no es más que una forma de nihilismo, una debilidad psicológica que aparece en las épocas decadentes y que rechaza la acción plena, resuelta e instintiva en el mundo de los hechos.

Más allá del bien y del mal fue posiblemente la obra más escandalosa de Nietzsche. Tras disertar sobre la genealogía de la moral, en este ensayo el filósofo alemán acometió la titánica empresa de mostrar al público occidental que la ética cristiana heredó algunos de sus valores del humanismo socrático.

Nietzsche explicó que tras la caída de la clase nobiliaria en la antigua Grecia, los arcaicos valores aristocráticos fueron sustituidos por una moral de esclavos, una moral en la que, en palabras del propio filósofo, se "exaltan la compasión, la mano generosa y dispuesta a ayudar, la humildad, la cordialidad, ya que en este caso son las características más útiles y casi el único remedio para soportar la opresión de la existencia". El cristianismo habría adoptado un amplio porcentaje de esos hábitos, dando vía libre a las masas para conformar una perniciosa y resentida sociedad igualitaria, hostil a cualquier ostentación de innata superioridad.

Contrariamente a esta hipótesis, Spengler sostuvo que la "moral de la compasión", al menos en lo que respecta a Occidente, jamás pudo llevarse a cabo en la práctica, pues entra en conflicto con la "voluntad de poder" típica del alma fáustica.

En lo concerniente al racionalismo, Spengler se mostró muy próximo a la perspectiva propia de los pensadores románticos, quienes desconfiaron del método lógico-deductivo y científico. Según su convicción, semejante procedimiento tiende a esquematizar y reducir cada símbolo viviente en una representación mental, la cual es en esencia intelectualizada e inorgánica (concepto). El filósofo tudesco insistió en que todo saber crítico presupone la fe dogmática en que, si se logra aplicar el método correcto, pueden desentrañarse los secretos más recónditos de la realidad. "Pero la historia demuestra que la duda de la fe conduce al saber, y la duda del saber -tras un tiempo de optimismo crítico- otra vez a la fe. Cuanto más se emancipa el saber teórico de la aceptación creyente, tanto más se acerca a su propia anulación. Lo único que queda es la experiencia técnica."

martes, 9 de diciembre de 2008

VICO, PADRE DEL HISTORICISMO


"El orden de las cosas humanas fue el siguiente: primero fueron las selvas, luego las chozas, después las aldeas, a continuación las ciudades y al final las academias. Los hombres primero sienten lo necesario, luego se preocupan por lo útil, después advierten lo cómodo, más adelante se deleitan en el placer, a continuación se entregan a la suntuosidad y finalmente enloquecen por adueñarse de las substancias. La naturaleza de los pueblos primero es cruel, luego rigurosa, después benigna, más tarde delicada y por fin disoluta."


GIAMBATTISTA VICO



Spengler jamás lo reconoció, pero el pensador que más influyó en su filosofía ciclicista -incluso más que Nietzsche o Goethe- fue el filósofo napolitano Giambattista Vico.


Fue en 1.725 cuando Vico terminó su obra más conocida, la Scienza Nuova. Pese a que en un principio su publicación cosechó una gran controversia, diversos autores contemporáneos han resaltado que los planteamientos propuestos en este libro anticipan muchos de los aspectos esenciales del moderno historicismo.


Ye en 1.725 Vico se hizo célebre por ser uno de los pocos intelectuales que se atrevió a criticar con dureza e ingenio la doctrina que por entonces revolucionó todas las ramas del conocimiento: el cartesianismo. En el escrito titulado De nostri temporis studiorum ratione, Vico alertó de los peligros que suponían la aplicación del método cartesiano en ramas tan dispares como la pedagogía, la física o la medicina. Además, el filósofo italiano desarrolló con admirable elocuencia los motivos por los que este racionalismo condenaba a las venerables ciencias morales al peor de los ostracismos.


Fiel a su creencia de que sólo el artífice de una obra puede conocer los entresijos de ésta, Vico comprendió que el método concebido por Descartes, fundamentado principalmente en la geometría y las matemáticas, inducía a creer que la estructura de la realidad objetiva -y de las leyes físicas que la sustentaban- estaban escritas en lenguaje matemático (Galileo). Sin embargo, esta hipótesis descansa sobre una creencia profundamente dogmática: suponer que el mundo numérico y geométrico proviene de la física natural, y no del pensamiento específicamente humano. Vico rebatió esta teoría argumentando la falta de un conocimiento empírico que demostrase la validez de este supuesto: "si nos fuese posible ofrecer demostraciones de las proposiciones de la física -escribió-, esto significaría que también seríamos igualmente capaces de crearla ex nihilo." Con ello el filósofo quiso probar que el hombre es constitutivamente incapaz de asimilar intelectualmente las leyes naturales sin descomponerlas en fórmulas matemáticas y conceptos abstractos, lo que obliga a modificar y distorsionar su genuina esencia.


En armonía con su particular punto de vista, Vico concluyó que la única ciencia que está en condiciones de ser comprendida por el hombre en su totalidad es la Historia, puesto que aquél es su único autor.


Pero es en la Ciencia Nueva donde Vico desplegó una visión del hombre y de la Historia sospechosamente similar a la que recurriría Spengler dos siglos después.

Tras difamar la historiografía de su tiempo, el napolitano resaltó la necesidad de estudiar por separado y desde una perspectiva crítica la trayectoria vital de las diferentes culturas, confeccionando una división morfológica de cada una de ellas en tres edades: 1) "edad de los dioses", época marcada por la tiranía de los sentidos y la ausencia de capacidad reflexiva; 2) "edad de los héroes", etapa en la que empieza a despuntar la razón, pero que aún es gobernada por la religión y la fantasía. La literatura es en este período poética de carácter épico, y el sistema social predominante es el feudal; 3) "la edad de los hombres", último estado en el que la razón termina imponiéndose, y junto a ella, el derecho natural y la democracia.

Estudiando la filología, el derecho y la mitología de las diferentes civilizaciones,Vico creyó advertir que todas ellas intentaban cumplir una especie de "proyecto ideal" que bautizó con el nombre de "Providencia". Esta concepción es extrañamente pareja a la que refirió Spengler al hablarnos de "la idea del sino". En efecto, la Providencia de Vico posee la cualidad de estar presente en el devenir del hombre, pero sin pertenecer al hombre. Al contrario, la Providencia limita y de algún modo determina las posibilidades del mundo en el que se desenvuelve cada individuo; es una realidad que procede más del ambiente colectivo al que pertenece el sujeto que de la propia voluntad y conciencia del mismo. No obstante, la diferencia más notable entre Vico y Spengler reside en que la Providencia del primero es eterna y universal (aunque en el caso concreto de cada cultura se la dote de un contenido particular), mientras que para el segundo el sino posee una propiedad inherentemente singular e indisociable con lo estrictamente orgánico y vital. Esta discrepancia es la causa de que para Vico la historia de las naciones sea susceptible de ser reconducida, en claro contraste con fatalismo spengleriano que reduce la Historia a un insalvable determinismo cíclico.

Pese a todo, ambos autores coincidieron en diagnosticar cuáles son las condiciones en las que puede afirmarse que una cultura ha iniciado el declive. Como resumen Giovanni Reale y Dario Antiseri, Vico intuyó que el retorno histórico se produce cuando "la razón domina hasta caer en la abstracción, en la sofisticación y por lo tanto en una progresiva infecundidad del saber... La pérdida de una relación simbiótica con nuestro pasado o con los estadios precedentes, deseca las fuentes de la vida y el pensamiento... La pérdida de la memoria del pasado hace que surja un hombre carente de raíces y savia vital. Al creerse artífice arbitrario de su propia historia, el hombre rompe con los ideales... reduciéndolos a meros pretextos."

lunes, 1 de diciembre de 2008

HOBBES, PRECURSOR DEL COLECTIVISMO


"¿Cuál es el motivo... de que los escritos de los geómetras sean científicos, mientras que los escritos éticos se limitan a ser -por así decirlo- verbalistas, si no es éste: los primeros fueron elaborados por hombres que sabían, mientras que los segundos fueron elaborados por hombres que ignoraban la materia tratada y únicamente se proponían poner de relieve su elocuencia y su ingenio?"


THOMAS HOBBES




El filósofo inglés Thomas Hobbes es considerado como uno de los principales discípulos del cartesianismo, aunque también podríamos encuadrarlo dentro de los precursores del pensamiento ilustrado.


Hobbes destacó por su posición intelectual, impregnada de racionalismo y mecanicismo. Su temprana aversión hacia la metafísica, junto con sus amplios conocimientos de física y geometría le impulsaron a desarrollar una filosofía que anticipó, sin duda, los postulados que pronto defenderán empiristas y materialistas.


Para Hobbes cualquier movimiento que acontece en el espacio es producto de la necesidad causal, rechazando de este modo la teoría cartesiana del "libre albedrío". De ahí se infiere que el hombre no tiene libertad para actuar bien o mal, dado que, según Hobbes, los valores morales dependen de la apreciación subjetiva de cada individuo, la cual determina su comportamiento.

Debido a esta negación de la moral objetiva, Hobbes se propuso crear un sistema en el que toda la vida humana estuviese regida no por los sentimientos o "pasiones" (que para los discípulos cartesianos eran una auténtica patología), sino por la "luz" de la razón, cuya ventaja estriba en que es capaz de "iluminar" a todos los hombres por igual.


En 1651, Hobbes publicó su obra más conocida, el Leviatán. En este libro el filósofo inglés expuso su Teoría del Estado Absolutista. Según su autor, el Estado ideal es aquel que sólo admite único valor absoluto: el de conservar la vida y evitar la muerte. Todas las demás suposiciones sobre la justicia o la injusticia nada tienen que ver con la naturaleza, sino con meros convencionalismos impuestos por la mayoría de los hombres. Por tanto, era necesario establecer una nueva "ciencia política" que se fundamentase sobre dos principios antagónicos: el egoísmo y el convencionalismo.


De hecho, Hobbes no dudó en aplicar el método geométrico a sus preceptos de ética social, concluyendo que las verdaderas "leyes naturales" debían surgir de la racionalización de los diferentes egoísmos individuales, asunto que retomaría Rosseau un siglo después en el Contrato social.


En total, se preescriben en el Leviatán hasta diecinueve leyes, muchas de las cuales dejan translucir los principios colectivistas que dominarán buena parte del siglo XX. Por ejemplo, la segunda de estas reglas exige que el individuo renuncie a su hipotético derecho de llegar a poseer todas las cosas, "y que se contente con poseer tanta libertad en contra de los demás hombres, como la que él les concedería a los otros hombres en contra de él". La quinta ley preescribe que cada hombre tiene la obligación de adaptarse a las exigencias de los demás, de suerte que tienda hacia la sociabilidad y reniegue de su opuesto: el egoísmo. Pero de entre todas ellas, quizá la más esclarecedora sea la novena: todos los hombres han de reconocer a sus semejantes como iguales por naturaleza, aniquilando cualquier relación cualitativa entre los individuos. Hobbes advierte que la infracción contra esta norma conduce al peor de los egoísmos: el orgullo.


Sin embargo, tales reglas sólo podían aplicarse siempre y cuando existiese también un poder supremo que garantizase su cumplimiento. Este poder recaía en el en el soberano o Estado, el cual no era sino el depositario de la suma de todos los pactos que los ciudadanos debían realizar entre sí. Como explica Hobbes, el poder del Estado era tan absoluto que el terror a contravenir su voluntad aplacaba cualquier intento de rebeldía egoísta:



"En efecto, mediante la autoridad que cada individuo ha concedido al Estado, es tan grande la fuerza y la potencia que le han sido conferidas y cuyo uso posee, que el terror que provocan es suficiente para conducir las voluntades de todos hacia la paz interior y hacia la ayuda recíproca en contra de los enemigos externos. En esto consiste la esencia del Estado... que es una persona de cuyos actos cada miembro de una gran multitud -mediante pactos recíprocos, cada uno en relación con el otro y viceversa- se ha reconocido como autor, para que pueda utilizar la fuerza y los medios de todos en la forma que considere beneficioso para la paz y para la defensa común".



Como hacen notar Giovanni Reale y Darío Antiseri en Historia del pensamiento filosófico y científico, la filosofía de Hobbes posee una "sorprendente analogía con respecto al esquema de las filosofías helenísticas, que hacían preceder... la física y la ética de una lógica (puesto que) coloca también una lógica antes del tratamiento de los cuerpos". Este corporeísmo ontológico, que según ambos autores posee unas características que "niegan la dimensión espiritual y, por tanto, la libertad y los valores morales objetivos y absolutos", ha sido puesto de relieve por diversos expertos como la consecuencia necesaria de la introducción de la geometría euclidiana y la física cuantitativa de Galileo en la ciencia política.

lunes, 17 de noviembre de 2008

RACIONALISMO Y VITALISMO


"La naturaleza no tiene sistema; tiene vida, es vida y fluye de un centro desconocido hacia un límite incognoscible."
.
GOETHE


Si ha habido una personalidad que logró influir de forma decisiva en la historia del pensamiento moderno, esa fue la del filósofo francés René Descartes. El conocido método cartesiano constituyó el hito más fecundo para el posterior desarrollo del movimiento científico, filosófico y literario del Siglo de las Luces (Ilustración), el cual aportó, a su vez, la piedra angular a los positivistas y cientistas que surgieron en centroeuropa a finales del sigloXIX y principios del XX.

El deduccionismo cartesiano fundamentó su legitimidad en la necesidad de aplicar un método lógico y racional al saber humano. De hecho, Descartes no hizo sino extrapolar sus conocimientos matemáticos y geométricos a la esfera de la vida y de la experiencia sensible, lo que le indujo a la consideración de teorías tan absurdas como la del dualismo mente-cuerpo (res cogitans-res extensa), así como su tesis sobre los "animales-máquinas".

El problema del racionalismo cartesiano reside en el intento de asimilar el mundo inorgánico, mecánico y matemático de la res extensa al mundo de la Naturaleza orgánica del que proceden tanto el cuerpo humano como los animales y vegetales, cuestión que fue criticada tanto por empiristas (Hume) como por positivistas (Mach), aduciendo la excesiva abstracción que el método deductivo imponía en detrimento de la percepción.

Sin embargo, esta polémica no evitó que dicho racionalismo desenbocase en el cuantitativismo de Newton, que más tarde inauguraría el camino para las ciencias físicas de la mano del Círculo de Viena y sus directos sucesores.

Frente a este mecanicismo que desvitalizaba las cualidades intrínsecas de la Naturaleza, se alzaron las voces de artistas e intelectuales durante los años inmediatamente anteriores a la ocupación napoleónica en Alemania. Entre ellos, dos de los más ilustres fueron el poeta Goethe y el filósofo Schelling.

En 1810, Goethe criticaba el newtonianismo en un cuaderno titulado Contribuciones a la Óptica.
En este pequeño librito, pueden leerse frases tan audaces como la siguiente:"Para el hombre atento, la Naturaleza no está ni muerta ni muda en parte alguna". En otros escritos, el genial poeta insistió en que "en conjunto, las ciencias se alejan siempre de la vida, y sólo vuelven a ella después, dando un rodeo", profética frase que debió inspirar a Spengler en su concepción sobre el cíclico final del conocimiento.

Por su parte, Schelling, alumno aventajado de Fichte, elaboró un sistema metafísico en el que entremezclaba el idealismo filosófico junto con convicciones de índole personal, dando origen a lo que se conocería con el nombre de "Naturphilosophie" o "filosofía naturalista".

Según Schelling y Goethe, materia y espíritu convergían en un único principio macrocósmico, cuya esencia creyeron intuir en el "Absoluto Universal", idea inmanentista que luego tomaría de prestado Hegel para sintetizar su célebre "dialéctica".

Goethe propuso que los fenómenos naturales que pueden ser percibidos por los sentidos ayudaban a captar la expresividad de la Naturaleza, aunque ella misma no era el Creador, sino "el ropaje viviente de la divinidad". Así pues, la realidad sensible sólo debía ser entendida como "el órgano de Dios".

Pese a ello, los profundos pensamientos metafísicos de ambos intelectuales no cuajaron y fueron rechazados de inmediato por los científicos positivistas, e incluso hoy día por la práctica totalidad de los filósofos,como muestra L.Geymonat en su obra "Historia del pensamiento filosófico y científico", donde puede leerse en relación con la filosofía naturalista que: "se trata de un turbio abandono a las fuerzas desenfrenadas de la fantasía que ha llegado a producir las absurdidades más ridículas".

Esta fe ciega en la explicación mecánico-causal de los fenómenos naturales e históricos ha desembocado en la renuncia absoluta de abordar la explicación racional de las decadencias de las culturas en términos trascendentes como "alma" o "espíritu". De hecho, todos los historiadores contemporáneos coinciden en la opinión de analizar los procesos históricos mediante relaciones políticas, económicas o tecno-ecológicas.

lunes, 10 de noviembre de 2008

EL IMPERIO DE LAS MASAS: PUBLICIDAD Y DEMAGOGIA

"Si es el mejor, el pensamiento de uno sólo vale por el de diez mil"

HERÁCLITO



Vivimos en una época civilizada, una época en la que se impone el espíritu práctico, materialista, irreligioso y ametafísico. Sólo así se diferencian el romano del período de César y el griego del período de Pericles. Éste puede ser idealista; aquél, en cambio, ya no puede serlo. Éste centra su mundo en lo cualitativo, en una vivencia que va mucho más allá de la comprensión, del concepto abstracto o de la cantidad mensurable. Aquél, por el contrario, solo concibe el mundo -su mundo- bajo esta perspectiva.

La civilización derroca a la cultura transvalorando, racionalizando todos los mitos, ideas y creencias propios de la cultura. Así como el hombre del siglo XXI ridiculiza la cultura del hombre del siglo XIV, el romano de los últimos años de la república aborrecía tanto de la metafísica platónica como de religiones ancestrales. La urbe se adueña y somete al campo; ahora son tiempos de agudeza crítica, no de intuición. ¿Cuál es, por tanto, la verdadera religión de nuestros días? La ciencia, el mundo de la demostración y la lógica. En ella se vierte la ingenua fe de que todo es susceptible de ser procesado y apendido por la mente, desde el alma hasta el mundo circundante, desde la vida hasta Dios. ¿Y aquel mundo pletórico, cargado de anhelo y ensueño que palpitaba en plenitud en los tiempos de Dante, Shakespeare o aun en los de Goethe? Todo eso se ha perdido ya para siempre.

¿Qué son hoy los actos religiosos? Simples actos sociales. ¿Qué es hoy la moral? Ir por la calle bien perfumado, depilado, aseado y vestido, exteriorizando unas cualidades morales que estén al alcance de cualquiera. ¿Qué es hoy la sexualidad? Una constante búsqueda del placer más materialista y mezquino. Lo demás es secundario e impráctico, cuando no indigno y provinciano."¡No estamos en la Edad Media!", vociferan las masas encolerizadas.

¿En qué ha derivado la política de nuestra civilización? En pura demagogia, la capacidad de prostituir un discurso a los que son más en número, prescindiendo por completo de los mejores. Exactamente ése es el modus operandi de aquel mostrenco producto de la burguesía, la publicidad. Aquí tenemos un nuevo ejemplo de que, también en este aspecto, la cantidad supera a la calidad. Ahora, ya no es el "pueblo" quien decide las cuestiones políticas y sociales, sino la masa. La mayoría es la que siempre lleva razón.

Así pues, la democracia se yergue como símbolo de que el cuantitavismo, antes relegado a las ciencias de la naturaleza y la economía, ha logrado penetrar en todas las facetas de la vida. Y junto a ella, la demagogia política y la publicidad mercantil no hacen sino confirmar esta tendencia, por lo que el sistema del sufragio universal se convierte en el único método posible para conquistar el éxito.

No podemos sino calificar de certeras las apreciaciones que Spengler desarrolló a propósito de este mismo asunto:

"Ante estas formas nuevas, puramente espirituales, no caben dudas sobre el sujeto viviente que las sustenta. Es el «hombre moderno», el hombre que todas las épocas de decadencia han concebido como un compendio de ricas esperanzas; es la plebe informe que se desparrama por las grandes ciudades, substituyendo al pueblo; es la masa humana desarraigada, oι πoλλoι (los muchos) como decían en Atenas, que substituye a la humanidad de los paisajes cultos, humanidad que crece con la naturaleza misma y sigue siendo aldeana sobre el suelo de las ciudades; es el ocioso del ágora alejandrina y romana y su «correspondiente», el moderno lector de periódicos; es el «hombre educado», que practica el culto de la medianía espiritual en el tabernáculo de la publicidad, antaño como hoy; es el hombre de teatros y de placer, de deportes y de modas literarias, tanto en la antigüedad como en Occidente. El objeto de la propaganda estoica y socialista es esa masa que se manifiesta tardíamente, y no «la humanidad». Iguales fenómenos podrían indicarse en el Imperio nuevo de Egipto, en la India budista, en la China de Confucio.

A este tipo de hombre corresponde una forma característica de la actuación pública: la diatriba, Observada primeramente como fenómeno del helenismo, la diatriba pertenece, en realidad, a las formas de actuación que aparecen en toda época civilizada. Es dialéctica, práctica, plebeya; substituye las figuras significativas, ampliamente influyentes, de los grandes hombres por la agitación ilimitada de los pequeños, pero sagaces; convierte las ideas en fines, los símbolos en programas.
La diatriba contiene también el elemento expansivo de toda civilización, sucedáneo imperialista de las riquezas interiores del alma, substituidas ahora por el espacio externo".


Hoy las masas dirigen -o creen dirigir- el conciero del porvenir; la pregunta es ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo la vida va a estar regida por la superficialidad, la corrupción política, los medios de comunicación -que son quienes realmente crean la "opinión pública"-, y en general, el dinero? La crisis económica que estamos atravesando sólo es la punta del iceberg. Cuando las masas adviertan la magnitud de esta realidad querrán cambiar, querrán volver a las profundidades de las que un día surgieron. Pero ya no podrán. Nada resiste a los embates del tiempo. Y es que Cronos, a pesar de todo, continuará devorando a sus hijos...

martes, 28 de octubre de 2008

HELENISMO Y MODERNIDAD


"¿Qué es la tolerancia? Es el atributo de la humanidad. Estamos embadurnados de debilidad y de errores; perdonémonos recíprocamente nuestras necedades, he aquí la primera ley de la naturaleza..."

VOLTAIRE


"La misma atención que el estoico concede a su cuerpo, concede el pensador occidental al cuerpo social."

OSWALD SPENGLER


Uno de los aspectos cruciales en la evolución de la educación romana fue la implantación de la humanitas (literalmente, humanidades), consistente en la paulatina asimilación de la renovada cultura helénica, claramente transfigurada tras las conquistas de Alejandro Magno.

Efectivamente, parece demostrado que el helenismo asestó el golpe definitivo al arcaico período clásico y sus nuevos valores se impusieron principalmente en el arte y la filosofía. Este punto de inflexión halló gran fecundidad en la proliferación de las llamadas "escuelas helenísticas", instituciones en las que se enfatizó el carácter jerárquico y elitista de la enseñanza, en una evidente oposición con las mucho más populares formas tradicionales.

No es difícil, pues, adivinar las tendencias subversivas que encierra el helenismo, el cual fue afianzándose tanto en Oriente como en Occidente, y que halló en epicúreos y estoicos a sus apóstoles para el mundo romano.

¿Sería descabellado establecer una analogía entre esta especie de "humanismo" y el que se originó en el período conocido como "la Modernidad"?

Antes que nada, hay que reseñar que para Spengler la cultura antigua se caracterizó por enderezar la conducta del individuo, no en la acción -como ocurre en Occidente-, sino en la actitud, en la disposición estática del sujeto considerado como un cuerpo entre cuerpos.

De este modo, los ideales subversivos creados por los post-cartesianos e ilustrados (libertad, paz, igualdad, tolerancia) adquieren en las escuelas helenísticas su correspondencia, no en relación con la sociedad, sino de forma exclusivamente interior. El ideal moderno de libertad, por ejemplo, es reconocido por los griegos como eleutheria o señorío propio, enkrateia o dominio de sí mismo, y eutarkeia o autosuficencia personal.

Así como el filósofo ilustrado -y con él el moderno socialista- se preocupa por las diferencias sociales para concretar su ideal de "homogeneidad", el estoico se afana en hallar el justo medio entre el desprecio de sí mismo y la sobrevaloración personal.

Otro tanto cabe decir de la tolerancia, concebida por los estoicos no como una concesión hacia los demás, sino por la sencillez y la espontaneidad en la conducta, es decir, por la tolerancia de uno mismo.

¿Y qué decir del pacifismo, cuestión en la que coincidían todos los que profesaban el helenismo filosófico? Todos ellos afirmaron su renuncia a la lucha... en un sentido enteramente corpóreo, por supuesto. La "paz interior" a la que alude el estoico Marco Aurelio en sus escritos es una buena muestra de ello.

Podrían aquí citarse otros muchos ejempos que esclarecen hasta qué punto el helenismo y la Modernidad comparten una misma función morfológica dentro de sus respectivas culturas (tendencia al hedonismo y cosmopolitismo; concepción materialista de la naturaleza; infravaloración de las emociones, consideradas como "pasiones"; negación del alma en sentido incorpóreo; exaltación de la cualidad racional del hombre, etc.), pero quizá el aspecto más esencial es el de cambiar, como dice Spengler, "la pespectiva del pájaro por la perspectiva de la rana".

Agotadas sus posibilidades metafísicas, la ética civilizada degenera en una "moral plebeya", elaborando "un plan de batalla para eludir el sino" -en vez de sobrellevarlo con orgullo, como haría el hombre culto-.

Se comprende bien por qué los estoicos encontraron gran acogida en la Roma imperial, sobre todo despues de leer las siguientes palabras de Spengler

"Lo que Esquilo hacia grande, los estoicos lo hacian pequeño. No es ya la abundancia, es la pobreza, la frialdadad y vacíos intelectuales".

Un vacío que retorno de nuevo, segun el filosofo tudesco, en los afanes de la modermidad europea bajo las formas plebeyas de la "solicitud, humanidad, paz universal o felicidad del mayor numero", todas ellas integradas dentro de la ideología que hoy se conoce con el nombre de "progresismo".

jueves, 23 de octubre de 2008

EL HEDONISMO COMO ESTILO DE VIDA



"Haber muchos particulares allanado montes y terraplenado mares, gente en mi juicio a quien las riquezas no sirvieron sino para desprecio y burla, porque pudiéndolas gozar honestamente, se daban prisa a despreciarlas (perderlas) por modos vergonzosos. Ni era menor el exceso en la lascivia, en la glotonería y demás regalo del cuerpo. Prostituíanse infamemente los hombres; exponían las mujeres al público su honestidad; buscábase exquisitamente todo por mar y tierra para irritar la gula; no se esperaba el sueño para el reposo de la cama; no el hambre, la sed, el frío, ni el cansancio; todo lo anticipaba el lujo. Estos desórdenes inflamaban a la juventud, después que había disipado sus haciendas, para todo género de maldades. Su ánimo envuelto en vicios, rara vez dejaba de ser antojadizo; y tanto con mayor desenfreno se entregaba al robo y a la profusión".

SUETONIO



La relajación moral que emana de las ciudades cosmopolitas es quizá el símbolo más visible que delata la corrupción espiritual de nuestra cultura.

El hedonismo se asienta definitivamente en la sociedad, y no son pocos quienes adoptan esta filosofía como un auténtico estilo de vida, como una "vía de escape" para evadirse de un mundo que ya no interesa porque se ha perdido interiormente. Desarraigados, estos individuos pululan por las calles con la esperanza de encontrar una nueva fuente de placer con la que saciar su enviciada alma. Sus componentes ya no son los clásicos alcohólicos o "gentes de mal vivir", sino la creciente masa de jóvenes semiholgazanes, consumidores de toda clase de drogas y otras perversiones. En casos concretos, estas tendencias alcanzan a un sector cada vez mayor de la población, el cual es incluso justificado y hasta fomentado por la explícita demagogia de políticos, artistas e intelectuales de nuevo cuño.

Sin embargo, no es la primera vez que semejantes infamias hacen acto de presencia en la Historia; podemos rastrear estos mismos fenómenos en la Roma decadente, aquella ciudad mundial en la que Mommsen supo describir tan detalladamente su ocaso cultural.

Mientras los juegos de apuestas y espectáculos públicos iban ganando terreno día tras día, "el horror al trabajo y la vagancia crecían a ojos vista", señala el prestigioso historiador alemán. Más adelante cuenta la significativa anécdota en la que "Catón propuso que se pavimentara el Foro con guijarros bien afilados para obligar a los gandules a aprender un oficio".

Sin duda, estas inclinaciones hallaron su apoteosis en la conocida fórmula imperial del cirPanem et circenses, medida con la que los emperadores pretendían mantener ociosa a la plebe urbana. En esta situación, es comprensible que por aquel entonces se considerase que "el hombre rico que vive del trabajo de sus esclavos es necesariamente un hombre respetable, mientras que al hombre pobre que vive del trabajo de sus manos se le tiene necesariamente por un hombre vil", creencia que al menos demuestra una mayor franqueza con respecto a la que se puede experimentar en nuestros días.

"En cuanto a ociosidad, nada tenía que envidiar el aristócrata al proletario; si éste se revolcaba holgadamente sobre el pavimento, aquél dormía entre sus plumas hasta bien entrado el día. La disipación reinaba en este mundo con tanta falta de medida como sobra de mal gusto". De este modo resume Mommsen el vacío espiritual que emponzoñaba el corazón de un pueblo próximo a consumirse, de una raza anquilosada en espera de tiempos mejores, de tiempos en los que el consuelo anuncie el crepúsculo ante la irreversibilidad de su propio destino.

lunes, 20 de octubre de 2008

TIEMPOS DE MATERIALISMO


"Con frecuencia digo que cuando puede usted medir algo y expresarlo en números, quiere decir que conoce algo acerca de eso. Cuando no lo puede medir, cuando no lo puede expresar en números, su conocimiento es escaso y no satisfactorio. Puede ser el comienzo de un conocimiento, pero en cuanto a su pensamiento, usted apenas ha avanzado hasta llegar a la etapa de la ciencia, sea cual sea."

LORD KELVIN


"El hombre culto vive hacia dentro; el civilizado, hacia afuera, en el espacio, entre cuerpos y "hechos". Lo que aquel siente como un sino, lo comprende éste como una conexión de causas y efectos. Ahora son los hombres materialistas en un sentido qué sólo vale para los períodos de civilización."

OSWALD SPENGLER


En los tiempos que corren, se considera un atentado contra la ciencia desarrollar de forma seria cuestiones en las que se utilicen términos trascendentes. El alma no existe. Este es el postulado que defienden los científicos, físicos, historiadores, y filósofos de hoy. ¿Qué es el pensamiento? Un conjunto de procesos quimicoeléctricos, nada más. ¿Qué son las emociones? Una suerte de procesos hormonales mecánicamente determinables. La metafísica es valorada como una superstición fruto de la irracionalidad y la ignorancia de siglos pasados.

Lo que quizá no sepamos es que este mismo sentimiento "mecanicista" de la vida fue muy popular durante la Roma imperial. En efecto, por aquel entonces las teorías atomistas propugnadas por Demócrito alcanzaron gran popularidad entre los círculos más ilustrados, llegando a formar parte de los planteamientos filosóficos de las dos corrientes helenísticas más difundidas en aquellos años: los epicúreos y los estoicos.

Los primeros, lejos de formular su propia concepción de la naturaleza, adoptaron sin más todas y cada una de las tesis materialistas democríteas, reconociendo con ello el sinsentido de la existencia, lo que les movió a considerar la vida como una búsqueda por prolongar el placer y evitar el dolor.

Por su parte, los estoicos rechazaron esta visión hedonista de la conducta humana, y ante las leyes físicas que anulaban la voluntad del individuo, predicaban la "ataraxia" o capacidad de permanecer indiferente a las desgracias que, inevitablemente, se suceden durante el curso vital.

Ambas filosofías, empero, coincidían en resaltar la cualidad intelectual del hombre (racionalismo), así como la concepción puramente mecánica del cosmos (materialismo). También perseguían el fin común a todas las escuelas helenísticas: hallar la conducta práctica más idónea con arreglo a la vida consuetudinaria.

¿Cómo no ver en estas tendencias una clara identificación con el budismo? Leamos a Spengler:

"El budismo rechaza toda reflexión sobre Dios y los problemas cósmicos. Para él lo único importante es el yo, el arreglo de la vida real. Tampoco reconoce el alma. Así como el psicólogo europeo actual—y con éste el «socialista»—resuelve el hombre interior en un haz de sensaciones, en un conjunto de energías quimicoeléctricas, asi también el indio de la época de Buda."

A continuación, Spengler muestra cómo el budismo enmascara una especie de cientismo metodológico:

"El maestro Nagasena demuestra al rey Milinda que las partes del coche en que viaja no son el coche mismo y que «coche» es una mera palabra; otro tanto, empero, sucede con el alma. Los elementos psíquicos son llamados skandhas, montones, que tienen el carácter de efímeros. Esto corresponde perfectamente a las representaciones de la psicología asociacionista."

Para terminar -no sin antes advertir de que también cada cultura tiene su propia forma de entender el materialismo-, Spengler intuye la profunda afinidad existente entre el budismo, el estoicismo antiguo y el socialismo. Para ello explica que "también el budismo se apropia del concepto brahmánico del karma..., tratándolo muchas veces en sentido materialista, como una materia cósmica en constante transformación."

Este frío positivismo queda bien sintetizado en el emperador estoico Marco Aurelio, quien aconsejaba la descripción exclusivamente "física" para definir la esencia de cualquier realidad: "Esta púrpura imperial es pelo de oveja empapado en sangre de marisco -escribió-. La unión de los sexos es un frotamiento de vientre con eyaculación en un espasmo de líquido viscoso."

Spengler concluye que todas estas doctrinas se corresponden con "emociones finales", cuyo nihilismo es producto de la extinción del "alma" de cada cultura, la cual es reemplazada por el "espíritu cerebral" de las grandes urbes, es decir, por la civilización.

martes, 14 de octubre de 2008

METROSEXUALIDAD, ¿SÍNTOMA DE DECADENCIA MORAL?



"En otro tiempo, el campesino romano se cortaba la barba una vez a la semana; ahora, el esclavo rural no se encuentra bastante acicalado"
VARRÓN

"Es significativo de lo insulso de las decadentes razas citadinas rendir homenaje a estas necesidades banales bajo la forma de higiene, vegetarismo o sport como concepciones del mundo."
OSWALD SPENGLER

El hombre producto de la civilización ha perdido toda su vivencia interior. Es un ser que plasma todas sus experiencias en el mundo exterior, "en lo que se puede ver y tocar". ¿Qué significado tienen para él vocablos como "alma" o "espíritu"?

El trivium de la cultura es la religión, la moral y el arte; el de la civilización, la política (votos) , la economía (dinero) y la técnica (posibilidades prácticas) . Como se ve, reduce todo lo que para el hombre culto es cualitativo a meras cantidades mensurables. Sumida en el olvido, la vivencia íntima cede el puesto a lo externo, a lo puramente superficial.

La sofisticada vida en la urbe deviene en un refinamiento que, sin solución de continuidad, desemboca en la obsesión por la apariencia. Surge la moda entre la plebe de acudir a los balnearios con el fin de ostentar públicamente el cumplimiento del estricto régimen higiénico. Como señala el historiador Fernando Garcés:

"El concepto de baño no se limitaba a una inmersión, ducha o libación, sino que, a partir de entonces (siglo II a. C. en Roma) comenzó a implicar también una sudación controlada, y su presencia no dependia de la proximidad de un río o una fuente termal. Igualmente novedoso fue el hecho de que estuvieran localizados en espacios urbanos, y no en lugares alejados."

Ciertamente, los paralelismos con nuestra propia época son sorprendentes, a tenor de las siguientes palabras escritas por Garcés:

"Mientras las mujeres atenienses debían resignarse a vivir dentro de casa, las romanas acompañaban a sus maridos en este relajado estilo de vida. Algunas llegaron a utilizar atuendos que más tarde recordarán los biquinis, y durante un tiempo incluso se permitió que hubiera baños mixtos."

Otra de las costumbres sociales que toman auge en estas épocas civilizadas es el de la "metrosexualidad", es decir, la preocupación por la estética en los varones. Así, el historiador antiguo Procopio, al narrar los sucesos que conmocionaron Bizancio durante el reinado del emperador Justiniano, cuenta que:

"Para empezar, los azules, extremistas, revolucionaron la moda del peinado. No se tocaban la barba y el bigote, sino que adoraban dejarlos crecer lo más posible; se cortaban los cabellos por delante hasta las sienes y por detrás los dejaban caer largos e incultos, como los hunos."

No menos característica es la desmedida atención por la indumentaria, que se convierte en emblema de distinción social:

"Todos tenían muy en cuenta la elegancia y se ponían vestidos mucho más vistosos de cuanto les correspondiese por su condición: está claro que lo conseguían por medios ilícitos."

En este aspecto los romanos no le iban a la zaga. De hecho, la costumbre atribuida a las mujeres de la depilación corporal fue una práctica muy extendida entre los hombres. Los apipalarius o exclavos expertos en esta misión fueron muy cotizados en la Roma imperial.

En un artículo sobre la historia de la estética, publicado en la página http://www.ausironature.com/, se reconoce que:

"En el Imperio romano la estética constituyó una auténtica obsesión. Hombres y mujeres atesoraban fórmula de cosméticos, se maquillaban, peinaban y depilaban por igual."

Resulta enigmático observar que las modas destinadas a resaltar la superficialidad suelen aflorar en épocas consideradas como "inmorales" o "decadentes" . ¿No es precisamente la nuestra una de éstas? ¿Qué le importa más a un varón joven de hoy, su incipiente calvicie o las masacres de individuos humanos que se realizan en las clínicas abortivas de nuestro país?

Cierto es que Spengler nos advirtió que cada cultura tiene su propia moral. Mas ello no debería incitarnos -y menos en estos tiempos- a no responder a esta pregunta. Principalmente, porque renegar de nuestra moral significa, en un sentido profundo, renegar de nosotros mismos.

miércoles, 8 de octubre de 2008

INFECUNDIDAD Y CIVILIZACION


"Muchas parejas de Europa oriental posponen el tener hijos por falta de seguridad economica y de empleo. The New York Times informa que la “inseguridad no solo ha llevado a una reduccion palpable del indice de natalidad, sino tambien de matrimonios, y a un aumento diez veces mayor de las esterilizaciones”. El Times añade que, segun los demografos, “nunca se habian observados variaciones tan marcadas, con la salvedad de los tiempos de guerra, plagas o hambre”.
Para poner coto a esa tendencia e incentivar la procreacion,desde hace algun tiempo los gobiernos de Belgica, Hungria, Luxemburgo, Polonia y Portugal han gratificado los nacimientos. Recientemente, el gobierno del estado aleman de Brandemburgo comenzo a otorgar 650 dolares por cada recien nacido."

curiosomundo.com


"En términos generales, la población española ha experimentado un proceso similar al de otros países europeos más desarrollados: se ha producido un cambio desde una situación de altos índices de nacimientos y defunciones a una de bajas tasas de nacimientos y defunciones. De todos modos, como en la mayoría del sur de Europa, este fenómeno apareció unas décadas más tarde que en otros países europeos más desarrollados. Hasta 1900, los índices de nacimientos y defunciones eran todavía muy altos, excediendo en ambos casos el 30%, típico de una sociedad preindustrial subdesarrollada. Existía una importante diferencia entre las regiones, de manera que mientras Cataluña y las Islas Baleares iniciaron esta evolución con anterioridad a 1900, había zonas como Andalucía, las Islas Canarias y Extremadura que no comenzaron el proceso hasta la década de los 20.
La natalidad se redujo en más de la mitad entre 1960 y 1990, de 21,7 a 10,2 nacimientos por mil habitantes, por lo que la tasa en España está por debajo de la media de la Unión Europea. En ningún otro país de la Comunidad la tasa de nacimiento bajó tanto como en España, donde, al final de los ochenta, se había igualado e incluso era ligeramente inferior a la de los países más avanzados de la Unión Europea."




"El aspecto general que nos ofrece el bajo imperio (romano) no es optimista: abusos de fisco, inseguridad en las carreteras, bajo nivel cultural, constante presión desde el mundo germánico e infecundidad en alto grado."

html.rincondelvago.com




"Así, pues, la existencia pierde sus raíces y la vigilia se hace cada día más tensa. De este hecho, empero, se deriva un fenómeno que viene desde hace tiempo iniciándose en silencio y que ahora de pronto entra en la luz cruda de la historia, para preparar el desenlace de todo el drama. Me refiero a la infecundidad del hombre civilizado. No se trata de algo que la causalidad diaria—la fisiología, por ejemplo—puede explicar, como naturalmente ha intentado explicarlo la ciencia moderna. Trátase ni más ni menos que de una propensión metafísica a la muerte. El último hombre de la gran urbe no quiere ya vivir, se aparta de la vida - no como individuo, pero sí corno tipo, como masa— En la esencia de este conjunto humano se extingue el terror a la muerte."

OSWALD SPENGLER



Mientras que para el aldeano el afán de reproducirse transcurre de forma natural, espontánea, el hombre urbano se siente impulsado a criticar con su intelecto los "motivos" que justifiquen la multiplicidad de nacimientos. Entonces, como muy bien hace notar Spengler, "cuando en la conciencia aparecen motivos que plantean problemas vitales, es que la vida misma se ha hecho problemática".

Este hecho enlaza directamente con otro de no menor relevancia: el hombre ya no busca en la mujer a la futura madre de sus hijos, sino a una amiga, una compañera de la que espera sobre todo "apoyo intelectual".

El descenso de natalidad, abominable circunstancia que viene gestándose desde principios del siglo XX en todo Occidente, ha tratado de ser explicado por los científicos modernos como causa de la progresiva industrialización, así como la continua exposición a elementos tóxicos. Sin embargo, Spengler afirma que "la causalidad no tiene nada que hacer en la historia".

Para ilustrar esta disyuntiva, el filósofo alemán cita el ejemplo de Roma, cuyo imperio "goza de completa paz; es rico, posee las más altas formas de civilidad; tiene, de Nerva a Marco Aurelio, una serie de jefes como no puede ostentarlos ninguna civilizacion. Y, sin embargo, la población desaparece rápidamente, en masa... . Italia primero, África y Galia después y, finalmente España...quedan desiertas y abandonadas".

Comprender que esta irreversible realidad será la tónica general en las próximas décadas, constituirá uno de los mayores aciertos de la nueva poítica que aún está por venir.

jueves, 2 de octubre de 2008

HACIA UN HABLA PLEBEYA


"Es una lengua sin luz ni temperatura, sin evidencia y sin calor de alma, una lengua triste que avanza a tientas. Los vocablos parecen viejas monedas de cobre, mugrientas y sin rotundidad, como hartas de rodar por tabernas mediterráneas. ¡Qué vidas evacuadas de sí mismas, desoladas, condenadas a eterna cotidianidad, se adivinan tras este seco artefacto lingüístico!"

ORTEGA Y GASSET



Este es, a grandes rasgos, el destino que la Historia ha prefijado para los distintos idiomas occidentales -entre ellos, obviamente, el español- en los próximos siglos. El fenómeno de la decadencia del lenguaje es ya una realidad que muy pocos intelectuales pueden rebatir. Claro está, como señala acertadamente Ortega, que semejante desfallecimiento precede a otro de mayor relevancia: la decadencia espiritual de toda una cultura.


Por sorprendente que parezca, la cita que encabeza este artículo no se refiere a la lengua contemporánea del filósofo español, sino que hace alusión al lamentable estado del latín durante la época del Bajo Imperio romano. "Los hombre se han vuelto estúpidos", relata Ortega al describirla realidad de una sociedad que, a su juicio, caminaba hacia "una pavorosa homogeneidad". ¿No es esta la situación que se nos declara cuando fijamos nuestra atención en los jóvenes de hoy? El lenguaje cotidiano se simplifica cada vez más, y ello a causa de que lo que se quiere decir es de cada vez más simple, más tosco, más primitivo. "La sabrosa complejidad indoeuropea (el latín clásico), que conservaba el lenguaje de las clases superiores, quedó suplantada por un habla plebeya, de mecanismo muy fácil, pero a la vez, o por lo mismo, pesadamente mecánico, como material..." No es de extrañar, pues, que recientes estudios sobre el nivel expresivo y gramatical de jóvenes estudiantes de E.S.O., han arrojado unos resultados que ponen en evidencia, no sólo la ineficacia del sistema de enseñanza vigente, sino sobre todo la aterradora ausencia de inquietudes emocionales por parte de quienes han de tomar las riendas del futuro.

Nosotros, herederos de lo que en su día se llamó "Ilustración", contemplamos con espanto cómo todas y cada una de las formas cultas que animaban la vitalidad europea hace a penas un siglo, se descomponen y volatilizan sin que nadie asuma la responsabilidad de su conservación. El estado actual de la lengua sólo es una ramificación más de una enfermedad que, día tras día, amenaza con alcanzar proporciones gigantescas: el imperio de las masas. Ortega, por su parte, concluye de este modo su brillante exposición historiológica:

"El latín vulgar está ahí en los archivos, como un escalofriante petrefacto, testimonio de que una vez la historia agonizó bajo el imperio de la vulgaridad por haber desaparecido la fértil variedad de situaciones"

Ahora bien, ¿Quien es el agente que provoca esa terrible homogeneización? Es el espíritu de la urbe mundial, que se expande atomizando y desarraigando a los individuos hasta transformarlos en masa.

lunes, 29 de septiembre de 2008

"LA DERROTA DEL DINERO"



"El pensamiento en dinero produce dinero: ese es
el secreto de la economía mundial".

OSWALD SPENGLER





El sistema financiero en Europa y los E.E.U.U. ha entrado decididamente en crisis. ¿Es éste uno de los requisitos necesarios para el advenimiento de una transición hacia el cesarismo? ¿Es la situación actual en Occidente el paso previo que nos tiende la Historia para una reestructuración de las bases políticas y económicas que ya Spengler sugirió al hablar de "la derrota del dinero"?

La derrota del dinero es, al mismo tiempo, el ocaso de la democracia, ya incapaz de asegurar el mínimo de estabilidad en el Estado. El sistema de pensamiento cuantitavista deja paso al retorno de la jerarquía de los mejor capacitados. En un mundo decadente donde ya nada tiene un valor simbólico, donde ninguna verdad puede inflamar el corazón de quienes sólo buscan el interés material y el reconocimiento social, el golpe en la mesa del más fuerte se revela como una oportunidad para restaurar la dignidad perdida. Los pueblos extranjeros, que acuden en masa para aprovecharse del bienestar que les brindan unos gobernantes con un discurso tan frívolo como nihilista, deberán elegir en qué bando desean estar, en el nuestro o en el suyo. Tal es, en definitiva, la encrucijada que auguran los nuevos tiempos.

Sobrevivir o morir. Esta es la realidad que, surgiendo de lo más profundo de nuestro instinto, ha de encumbrarse como única realidad posible. Basta ya de negocios. Ha llegado el momento de hacer Historia.