jueves, 2 de abril de 2009

LA MALDICIÓN DE LA URBE: ENVIDIA Y PLEBEYISMO


"Tómese al mono más inteligente y de mejor carácter, y colóquesele bajo las condiciones mejores y más humanas. Tómese al criminal más endurecido o a un hombre de mínima mente; siempre que ninguno de ellos padezca una lesión orgánica capaz de producuir idiocia o una demencia incurable, pronto descubriremos que si uno se ha convertido en criminal y otro no se ha desarrollado aún hasta la plena conciencia de su humanidad y de sus deberes humanos, el defecto no está en ellos y en su naturaleza, sino en el medio social donde nacieron y se han desarrollado."

MIJAIL BAKUNIN

Las grandes urbes han sido siempre el escenario donde se ha representado el trágico destino de todas y cada una de las culturas del pasado. Incluso en la actualidad, basta con echar una ojeada al fenómeno social conocido con el nombre de "cultura urbana" para apreciar en toda su profundidad los miserables instintos de los individuos que la integran. Repetidos hasta la saciedad, lemas como "marihuana libre" o "paz y amor" simbolizan la degradación espiritual y el plebeyismo demagógico que esgrimen los acólitos de los movimientos "antisistema", compuestos en su mayor parte por anarquistas y comunistas, y cuyas reivindicaciones podrían resumirse en la descarada repulsa a todo lo que sea autoridad y responsabilidad. Ni que decir tiene que en su particular vocabulario, el término "libertad" significa el más desenfrenado libertinaje.

Todas estas ideologías han nacido con el fin de agitar hasta convertir en auténtica fuerza de combate la envidia malsana que corroe a las capas abisales de la sociedad, envidia que detesta al "rico" no por haber amasado su fortuna de forma poco honrosa o injusta, sino por el simple hecho de serlo. En cambio, de los verdaderos explotadores de nuestro tiempo, los funcionarios, que ostentan sueldos y empleos que en la mayoría de los casos no deberían existir, no se hace el menor comentario. La razón de ello es evidente: para ser inventor, empresario u obrero competente hacen falta cualidades innatas que no suelen estar al alcance del común de los mortales; mientras que para ejercer el rentable y no muy disciplinado oficio de cargo público -al menos así se promete - tan sólo es necesario disponer de "voluntad de colaboración", constancia en los estudios , y sobre todo, participar en las elecciones que se convocan cada cuatro años, que con el tiempo y un poco de paciencia, seguro que algo caerá.

En lo que respecta al aspecto teórico, sería interesante constatar la interior afinidad entre el marxismo y el conductismo, ya que ambas filosofías niegan las desigualdades congénitas entre los individuos, desarrollando la insólita y subversiva tesis de que los seres humanos, al igual que otros animales, adquieren y vigorizan todas sus habilidades merced a la constante interacción con el ambiente en el que viven, corroborando una intuición que los ilustrados ya habían insinuado un siglo antes: que una educación perfecta no sólo puede pulir y mejorar al sujeto, sino transformarlo como si de una sustancia alquímica se tratara. Las hipótesis de Watson y el célebre Pavlov entusiasmaron a personalidades de la calaña de Bakunin, Lenin y Trotski. Este último, presa de un delirante presentimiento sobre un futuro idílico reforzado a través de una ejemplar educación intelectual y física, llegó a escribir lo siguiente:

"El hombre se hará incomparablemente más fuerte, más sabio y más complejo. Su cuerpo será más armonioso, sus movimientos más rítmicos, su voz más melodiosa. Las formas de su existencia adquirirán una calidad dinámicamente dramática. El hombre normal se elevará a las alturas de un Aristóteles, de un Goethe o un Marx. Y por encima de estas alturas se levantarán nuevas cumbres."

Por último, no está de menos señalar la vertiente positivista del marxismo y sus variantes afines. Fervientes seguidores del cuantitativismo cientista, no dudaron en utilizar estos métodos para justificar el que será el argumento más exitoso de su doctrina: al ser el trabajo director del empresario (trabajo cualitativo) de un valor incalculable, éste no es mensurable ni divisible por horas, luego no existe. De ahí se colige la clásica conclusión que califica a la plusvalía que incrementa el precio del producto "elaborado íntegramente" por el obrero (trabajo cuantitativo) como de "robo". Sin embargo, como ha visto Spengler con magistral acierto:

"El fabricante y el propietario agrícola son el enemigo visible porque recibe el trabajo asalariado y paga el salario. Esto es insensato, pero eficaz. La estupidez de una teoría nunca fue un obstáculo para su eficacia. En el autor de un sistema lo que importa es el sentido crítico; en los adeptos siempre, todo lo contrario."

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué buen blog.