viernes, 9 de abril de 2010

UN MUNDO CONTRA NATURA





"Otro rasgo no menos característico de la reluciente decadencia de esta época (los últimos años de la república en la antigua Roma) es la emancipación del mundo femenino. Hacía ya mucho tiempo que la mujer se había independizado económicamente... . Pero la mujer no se veía desembarazada de la tutela económica del padre o del marido. Los amores de todas clases estaban constantemente a la orden del día... Viendo a estas mujeres de estado maniobrar en la escena de un Escipión o de un Catón, y a su lado al joven petrimete con la barbilla bien rasurada, la voz delgada y el andar menudo, cubierta la cabeza y el pecho por pañuelos, con camisa de puños y sandalias de mujer, copiando en todo a las muchachitas desenfadadas, debía de sentirse lástima de aquel mondo contra natura en el que parecían trocarse los papeles de ambos sexos."


THEODOR MOMMSEN




El irreversible cambio orgánico que posibilita el ascenso de la ciudad a metrópoli cosmopolita trae consigo diversos cambios sociales, de claro tinte subversivo. Entre ellos, uno de los más destacados es el anhelo del "pensamiento libre". En efecto, la urbe se emancipa definitivamente del campo que la vio nacer. Este acontecimiento se traduce en la progresiva desvinculación que sufre el individuo de todo aquello que signifique "naturaleza viviente". Su pensamiento, surgido de la petrificación espiritual que se respira entre múltiples calles y edificios artificiales, concibe la vida y el mundo como una sucesión racional, mecánica, de causas y efectos. Entonces aparece por primera vez la mujer segura de sí misma, independiente, libre. Lejos quedan los tiempos en que la maternidad era su única razón de ser; ahora es la hembra un patético monigote que orienta todas sus energías en emular en todo lo posible a los varones, reclamando allá donde va la "razón de su humanidad"


Resulta sugestivo comprobar como en la Roma imperial se compusieron estos versos anónimos, que tanto evocan a la mujer occidental de nuestros días:


"Incluso, por cierto, la hembra paría siguiendo nuestro ejemplo


y en aquel tiempo todas eran madres


Ahora corrompe su vientre aquella que quiere parecer hermosa


Y es rara en esta época la que quiere ser madre"


Desde la Revolución Francesa, corolario de los diferentes movimientos emancipatorios que cimentarán los pilares del pensamiento moderno, la capacidad crítica de la sociedad se ensañará con los ideales de feminidad ensalzados en siglos anteriores. La mujer sumisa, obediente, proclive siempre a una inocente ingenuidad, serán los símbolos elegidos para representar alegóricamente la infamia de una cultura que no se atrevía a superar su retrograda adolescencia.

Pero así como la inteligencia racional lleva aparejada la pérdida de la intuición y el sentido común, junto a la independencia de la mujer aparece la infecundidad y la aberración sexual. El mismo Séneca llegará a escandalizarse de semejante relajación moral: "¿Hay ya vergüenza de cometer adulterio, una vez que se ha llegado al extremo de que ninguna mujer tenga marido sino para excitar al adúltero? La castidad es hoy síntoma de pusilanimidad".


Al respecto, Spengler se muestra en extremo contundente: "¿Qué más da que la infecundidad sea debida a que la dama americana no quiera perder una temporada, o que la parisiense tema la ruptura con su amante, o a que la heroína ibseniana "se pertenezca a sí misma?" Todas se pertenecen a sí mismas porque todas son infecundas"


En un ambiente absolutamente desnaturalizado, el espíritu de la urbe se hunde languideciendo en su propia miseria, mientras que la infecundidad, símbolo del rechazo metafísico hacia la vida, se adueña de los moribundos restos de la cultura.




lunes, 8 de marzo de 2010

EL LIBERALISMO Y LA SEMILLA DE LA DESTRUCCIÓN


"En vano proclamaréis la idea de la igualdad; esa idea no tomará cuerpo mientras la familia esté en pie. La familia es un árbol de este nombre, que en su fecundidad prodigiosa produce perpetuamente la idea nobiliaria."


JUAN DONOSO CORTÉS


"Cuando la idea de la propiedad descaece, el sentido de la familia se disuelve en nada. Quienquiera impugna la primera, ataca también a la segunda. La idea de herencia, adherida a la existencia de todo cortijo, todo taller y toda antigua firma comercial, así como a las profesiones continuadas de padres a hijos, y que ha encontrado su más alta expresión simbólica en la monarquía hereditaria, garantiza la fortaleza del instinto de raza."

OSWALD SPENGLER







Pocos intelectuales han sido tan certeros como nuestro Donoso Cortés ante la cuestión de diagnosticar -y en ocasiones profetizar- la naturaleza del tumor maligno que, ya a mediados del siglo XIX, carcomía el alma de nuestra civilización mediante la propagación de las ideas racionalistas.


Y es que Donoso, en un alarde de preclara objetividad, mostró hasta qué punto el utillaje ideológico de la escuela socialista fue extraído de la escuela liberal; la única diferencia estriba en que aquélla se atrevió a hacer explícitas las últimas consecuencias que ya anidaban, bien que de forma implícita, en los dogmas de ésta. Podríamos decir, pues, que el gran mérito del socialismo fue que llegó a ser más consecuente que su progenitor ideológico: simplemente, dio una vuelta de tuerca más a un programa liberal que, por mucho que sus acérrimos defensores lo nieguen, llevaba en su seno la semilla de la destrucción.


Conviene repasar, sin embargo, algunos de los textos que nos legó este genial escritor. En especial, ciertos capítulos publicados en su obra "Ensayo sobre el Catolicismo, el Liberalismo y el Socialismo", donde expresa con argumentos inatacables cómo la "igualdad" que preconizaban las corrientes liberales, en la que se incluía una concepción materialista e insolidaria de la sociedad, desembocaban irremediablemente en la disolución de la familia y la consiguiente expropiación económica por parte del Estado (que es, precisamente, la piedra angular de todo el andamiaje socialista). Escuchemos a Donoso:


"De aquí se deducen las siguientes consecuencias : Siendo los hombres perfectamente iguales entre sí, es una cosa absurda repartirlos en grupos, como quiera que esa manera de repartición no tiene otro fundamento sino la solidaridad de esos mismos grupos, solidaridad que viene negada por las escuelas liberales como origen perpetuo de la desigualdad entre los hombres. Siendo esto así, lo que en buena lógica procede es la disolución de la familia : de tal manera procede esta disolución del conjunto de los principios y de las teorías liberales, que sin ella aquellos principios no pueden realizarse en las asociaciones políticas."


Otros de los aspectos en los que incide Donoso es en el "giro copernicano" que el liberalismo otorgó al significado de la propiedad. Antes de la irrupción del racionalismo, el sentido de la propiedad se hallaba indisolublemente unido al símbolo familiar; de esta suerte, era la propiedad hereditaria y lo que ésta representaba quien "poseía" al titular de la misma. En cambio, con la aparición de las ideas liberales esta relación se invierte: ahora es el "individuo"- esa abstracción que tanto daño ha causado a nuestra perspectiva histórica- el que posee una propiedad que, desligada del elemento hereditario y familiar, se transforma en mera cosa. El tránsito del patrimonio raigal al dinero queda así abierto. De nuevo Donoso nos alerta de la enorme trascendencia de este cambio de mentalidad:


"Pero la supresión de la familia lleva consigo la supresión de la propiedad como consecuencia forzosa. El hombre, considerado en sí, no puede ser propietario de la tierra, y no puede serlo por una razón muy sencilla : la propiedad de una cosa no se concibe sin que haya cierta manera de proporción entre el propietario y su cosa, y entre la tierra y el hombre no hay proporción de ninguna especie. Para demostrarlo cumplidamente bastará observar que el hombre es un ser transitorio, y la tierra una cosa que nunca muere y nunca pasa. Siendo esto así, es una cosa contraria á la razón que la tierra caiga en la propiedad de los hombres, considerados individualmente. La institución de la propiedad es absurda sin la institucion de la familia (...) La tierra, cosa que nunca muere , no puede caer sino en la propiedad de una asociación religiosa ó familiar que nunca pasa. (...) La escuela liberal, que de todo tiene menos de docta, no ha comprendido jamas que siendo necesario para que la tierra sea susceptible de apropiación, que caiga en manos de quien pueda conservar su propiedad perpetuamente, la supresión de los mayorazgos y la expropiación de la Iglesia con la cláusula de que no pueda adquirir es lo mismo que condenar la propiedad con una condenación irrevocable. (...) La desamortizacion eclesiástica y' civil, proclamada por el liberalismo en tumulto, traerá consigo (...) la expropiación universal. Entonces sabrá lo que ahora ignora : que la propiedad no tiene razón de existir sino estando en manos muertas, como quiera que la tierra, perpetua de suyo, no puede ser materia de apropiación para los vivos que pasan, sino para esos muertos que siempre viven."


Ahora bien, tras conseguir el objetivo de desarraigar a los hombres, la "sociedad"-o lo que queda de ella- se convierte en un despojo compuesto por "individuos" aislados y anónimos. Así es como el siglo XX conoció la disputa, puramente económica, entre el "liberalismo" y el "socialismo", esto es, entre los "individuos" y el Estado. Y si hoy en día se sigue hablando de la victoria del liberalismo frente al estatalismo soviético tras la caída del muro de Berlín, es porque se ignora la deriva estatalista que las democracias "liberales" impulsaron, sobre todo a mediados de siglo, merced a las modernas teorías del Estado Social. De ahí la sorprendente actualidad de las proféticas conclusiones de Donoso:


"Cuando los socialistas, despues de haber negado la familia como consecuencia implícita de los principios de la escuela liberal ,- y la- facultad de adquirir en la Iglesia, principio reconocido así por los liberales como por los socialistas, niegan la propiedad como consecuencia última de todos estos principios, no hacen otra cosa sino poner término dichoso a la obra comenzada cándidamente por los doctores liberales. Por último, cuando despues de haber suprimido la propiedad individual el comunismo proclama al Estado propietario universal y absoluto de todas las tierras, aunque es evidentemente absurdo por otros conceptos , no lo es si se le considera bajo nuestro actual punto de vista. Para convencerse de ello basta considerar que, una vez consumada la disolucion de la familia en nombre de los principios de la escuela liberal , la cuestion de la propiedad viene agitándose entre los individuos y el Estado únicamente. Ahora bien: planteada la cuestion en estos términos, es una cosa puesta fuera de toda duda que los títulos del Estado son superiores á los de los individuos, como quiera que el primero es por su naturaleza perpetuo, y que los segundos no pueden perpetuarse fuera de la familia."

lunes, 15 de febrero de 2010

NOSOTROS, JÓVENES DEL SIGLO XXI


"Detrás del fenómeno de la televisión basura se agazapa, en fin, una perversión de la democracia que halla en esos cientos de miles de jóvenes que se disputan una fama catódica una infantería voluntariosa y desinhibida. Aquella rebelión de las masas que anticipara Ortega ha alcanzado, al fin, su apoteosis más sombría. "


JUAN MANUEL DE PRADA




Nosotros, jóvenes del siglo XXI,somos tan mezquinos, deleznables, superficiales y chabacanos como nunca antes lo habíamos sido. Algún día, cuando seamos mayores y ganemos algo de sensatez, cargaremos con la certeza de saber el profundo desprecio y la vergüenza que nuestros propios antepasados sentirían si pudiesen ver los vomitivos gustos, los vulgares anhelos y las miserables esperanzas de las que cada día hacemos gala.

Hacer, pensar y decir todo cuanto las amistades y la sociedad (siempre la sagrada “opinión pública”) quiere que hagamos, pensemos y digamos: esto es para nosotros, jóvenes del siglo XXI, la vida. No importa que nuestra conducta sea moralmente repulsiva, si con ello despertamos la admiración de los demás; no importa que el materialismo rezume en cada una de nuestras opiniones y deseos, si ello está en consonancia con lo que nuestros amigos esperan de nosotros; no importa que en esta vida nuestra máxima prioridad sea la más repugnante búsqueda de placer y comodidad, si así nos ganamos la simpatía de la pandilla de turno y reforzamos nuestras expectativas sociales. Y pese a todo, todavía tenemos la cobardía de decir públicamente que nos sentimos libres.

Hoy reina por doquier el barriobajerismo, la manera de ver las cosas desde abajo, como las ven los insectos y especialmente los parásitos. Tanto en el arte como en la sexualidad, tanto en la moral como en el trabajo, siempre termina imponiéndose la tendencia que mejor se adapta a esa actitud que siente hostilidad hacia toda clase de disciplina, y que no puede dejar de horrorizarse ante la grandeza que sólo la rectitud espiritual puede ofrecer. Todas las modas que triunfan en la sociedad, todo lo que tiene éxito entre nosotros, jóvenes del siglo XXI, procede siempre de esa perspectiva parasitaria, cuyo origen está en la masa sin escrúpulos de las grandes urbes. Somos tan inteligentes y a la vez tan ingenuos, que creemos que podemos vivir después de enterrar nuestro pasado, cuando en realidad estamos condenados a descubrir que junto a él enterramos también nuestro futuro.

Nosotros, jóvenes del siglo XXI, tenemos un destino. Y ese destino pasa por vivir sin esperanzas, sin verdaderas ilusiones, degustando sin parar un presente que nunca nos sacia, tal es nuestro vacío, y esperando con apatía un mañana que algo en nuestro interior nos dice que quizá ya no merezcamos contemplar…

martes, 12 de enero de 2010

LA MISERIA DEL EXISTENCIALISMO



"Un hombre no es otra cosa que lo que hace de sí mismo."

JEAN-PAUL SARTRE




Hablar de la filosofía humanista que engendró el siglo XX es hablar del existencialismo, corriente de pensamiento que aún hoy, ya inmersos en el siglo XXI, continúa gozando de plena actualidad dadas sus premisas ideológicas de un marcado trasfondo progresista. Sobre todo, el pensamiento del francés Jean-Paul Sarte ha modelado buena parte de la cosmovisión imperante, convirtiéndose en el autor predilecto a la hora de afrontar el problema ontológico que la Modernidad sigue planteando acerca de la Libertad.

Las conexiones entre el existencialismo y el feminismo radical (también llamado "ideología de género") son evidentes: en ambos casos se trata de de reducir al mínimo todos aquellos factores naturales (ya sean biológicos, histórico- culturales o circunstanciales) que constriñen a ese ente difuso e indeterminado al que llaman "conciencia", y al que suelen identificar con una "libertad" no menos difusa e indeterminada. Para esta ideología, pues, la historia del progreso humano es en realidad la historia de la emancipación del sujeto de todo aquello que impida o entorpezca su propia e infinita capacidad de autodeterminación. La pura voluntad o deseo sería a la postre lo único que debe guiarnos en esta tarea, ya que toda moral es por definición, según el pintoresco Sartre y sus acólitos, una coerción más que añadir a los factores naturales que ya de por sí lastran nuestra plena independencia.

La famosa sentencia de Sartre "la existencia precede a la esencia" significa romper de forma inequívoca con el pensamiento tradicional, para el que la esencia individual aparecía determinada desde el momento mismo de la concepción. Contradiciendo esta postura, Sartre llegó a afirmar que ni siquiera en nuestra primera infancia fuimos algo, sino más bien "nada", ya que por aquel entonces éramos tan inmaduros que aún no estábamos en condiciones de "hacernos a nosotros mismos", es decir, de elegir lo que queríamos ser (por tanto, "éramos" pero todavía no "existíamos") Asimismo, sólo puede valorarse lo que "es" una persona en el momento de su muerte, pues es aquí donde expira la posibilidad de decidir por parte del sujeto, apareciendo en consecuencia su biografía como esencia inmutable y conclusa.

A fin de cuentas, lo que hizo Sartre no fue solamente recuperar la noción de sujeto cartesiano, entendido como pura voluntad y capacidad de elección, sino que reintrodujo la creencia Aristotélica (y en parte también cristiana) de que son los hábitos o las acciones las que fundamentan el carácter y la personalidad del individuo. En efecto: Aristóteles creía que la virtud podía alcanzarse mediante la reiteración de los hábitos virtuosos; por su parte, el catolicismo tendía a menospreciar la particular esencia congénita de cada hombre para ensalzar la "salvación en las buenas obras", prédica que solía ir destinada a influir en el ánimo de los fieles de "voluntad débil"(en este caso la influencia del aristotelismo en Tomás de Aquino es decisiva).

Para ilustrar hasta qué punto las creencias existencialistas siguen estando vigentes en nuestra sociedad, reproducimos a continuación un extracto de un libro de "Filosofía y Ciudadanía" para estudiantes de 1º de Bachillerato:

"Muchas de estas consideraciones que rehuyen la idea del hábito, tienen un carácter pesimista, por cuanto de una u otra manera desconfían de las posibilidades de las personas para cambiar. Al hacer recaer el peso de la virtud sobre los aspectos heredados de nuestra personalidad, nos arrebatan algo específicamente humano: la libertad para decidir sobre lo que queremos ser, para ser los protagonistas de nuestro destino. Pero toda nuestra organización social está orientada en el sentido contrario: disponemos de sistemas de alabanza y censura morales, nuestra educación pretende imbuir buenos hábitos y construimos centros de rehabilitación para reformar los malos hábitos, todo lo cual parece indicar que las personas podemos dar forma o corromper deliberadamente nuestros caracteres. El cambio es posible, es un hecho de experiencia común que algunas personas dejan de beber, que otras se tornan más compasivas, que otras, en fin, se vuelven malas."

Por supuesto que estas argumentaciones carecen de sentido, pues, ¿cómo podemos saber si el borracho que deja el alcohol lo consigue porque también ha dejado de tener ganas de beber, o simplemente porque, tras ser convenientemente coaccionado por la sociedad, ha logrado reprimir tales inclinaciones? El hecho de que dos personas no beban no significa que ambas tengan la misma fuerza de voluntad; lo más probable es que una de ellas domine sus impulsos mientras que la otra, al no albergar en su interior semejantes deseos, no tenga la menor necesidad de ello. Siendo esto así, ¿bajo qué criterio debemos considerar a la primera como más más "virtuosa" que la segunda? Por otro lado, pensar del mismo modo que lo hace nuestro actual sistema de "reinserción social", sobre todo cuando hablamos de delitos de sangre, supone obviar que no hay ningún hombre malvado (y con mayor motivo si éste se halla preso) al que no le interese ofrecer una "versión mejorada" de sí mismo ante la sociedad. ¿Cómo podemos estar seguros, entonces, de si un criminal está arrepentido de sus hábitos pasados? ¿únicamente porque ahora, entre rejas y ante la atenta mirada de un batallón de psicólogos, actúa más compasivamente que antes? ¿y cómo diantres pueden esos psicólogos introducirse en la mente de ese criminal para constatar que, en efecto, está completamente arrepentido de las atrocidades que cometió y no son sus "nuevos hábitos" una forzada comedia con el objetivo de salir cuanto antes de la cárcel? Se mire por dónde se mire, se trata de una antropología que desconoce -o le conviene desconocer- lo que la experiencia y el sentido común señalan con meridiana claridad.

Sólo la dogmática fe en el perfeccionamiento del hombre permitió que durante largo tiempo se promocionaran esta clase de ideas. Pero ese tiempo ya ha pasado: hoy es el cinismo propagado por los descarnados intereses de poder lo que ha suplantado a toda superstición humanitarista. El existencialismo ha aportado al mundo contemporáneo la bandera de su espíritu libertino, mientras que a la par ha generado el caldo de cultivo para una "rebeldía contra el Sistema" que sólo ha cosechado aún mayor conformismo, dejando inerme a la juventud de cara a los proyectos de ingeniería social que las burocracias de los diferentes Estados de Bienestar han planificado, y cuyas consecuencias son por desgracia difícilmente reversibles.

jueves, 3 de diciembre de 2009

UN ESTADO EXPLOTADOR: EL BUROCRATISMO COMO AGENTE DE DECADENCIA


"El hombre desarraigado es un hombre vuelto engranaje, que "sirve" para el propósito colectivo. Quizás sea útil recordar aquí el análisis que Gabriel Marcel hacía de la palabra "servir". Dicho término puede querer significar simplemente ser usado, como se dice de una máquina: me sirve o no me sirve; pero también, en el otro extremo, el verbo servir se carga de armónicos que parecen extraños a la idea de pura utilización, por ejemplo cuando se dice: es un honor servir... Pues bien, el auténtico servidor se distingue por cierto apego, por cierto arraigo. Es todo lo contrario del funcionario que se limita a cumplir su parte del contrato, por ejemplo, en un hospital, y cuando termina su horario se va, aunque lo reclame tal o cual enfermo. La burocracia es un mal, es el mal propio del hombre que no "sirve", del desarraigado, es un mal metafísico"


P. ALFREDO SÁENZ



La aparición del Estado Organizativo tras la Revolución Francesa es el impás histórico que mejor refleja la muerte de un modelo de gobierno, el monárquico, que fue sustituido por un verdadero despotismo para el que las ideas de dignidad y servicio no tenían cabida: la "democracia", esa anarquía establecida que hoy amenaza con aniquilar a las naciones europeas mediante el mismo caos que ha ido aderezando durante siglos de ardua y obstinada labor.

Pero junto al imparable avance de este caos tan abyecto como falto del menor sentido de responsabilidad, surge otro síntoma que delata a la perfección la corrupción interna de los pueblos declinantes. Me refiero al burocratismo, esa lacra social que pronto se convierte en el cáncer que devora los restos de las civilizaciones en fase de desintegración.

En la época del Antiguo Régimen los cargos públicos eran en general heredados de padres a hijos, por lo que casi nadie osaba ambicionar tales empleos, tradicionalmente asociados a una disciplina y capacidad de sacrificio tan severas que al populacho no le resultaban en absoluto apetecibles. No obstante, ya en las primeras constituciones liberales se tipifica expresamente cuál es el auténtico sentido del verbo "democratizar": permitir el acceso de la plebe a cualquier destino público. Al poco de entrar en liza los partidos políticos, la nación se divide en una lucha por atraerse a la mayor clientela posible, la cual sólo puede ser mantenida con la promesa de consolidar e incluso aumentar la burocracia, que ya por entonces se ha transformado en la casta privilegiada que todos padecen, pero a la vez, a la que todos aspiran. La dirección del Estado, antes reservada a una minoría especial de familias que conservaban la idea de servicio a una causa histórica, se troca en un negocio del que todos quieren participar y beneficiarse, y siempre a costa de quienes realmente sustentan a la nación. El llamado "Estado de Bienestar" no es más que la evolución consecuente de esta revolución, que en la actualidad prosigue su marcha alcanzando proporciones monstruosas, y cuyo éxito radica en que entiende por "Bienestar" el poder librarse del trabajo verdaderamente duro y productivo. Así es como las dignidades del Estado derivan en "el botín del vencedor", parafraseando a Spengler en una de sus célebres sentencias.

De esta manera resumió Gustave Le Bon la situación de las naciones latinas, que ya en 1895 comenzaban a mostrar señales de la misma corrupción que hoy asola a todo Occidente:

"La promulgación de estas innumerables series de medidas legislativas, todas ellas de un orden restrictivo en general, conduce necesariamente a aumentar el número, el poder, y la influencia de los funcionarios encargados de su aplicación. De esta forma, dichos funcionarios tienden a convertirse en los verdaderos amos de los países civilizados. Su poder es tanto más grande cuanto que, en medio de esta incesante transferencia de autoridad, la casta administrativa es la única que permanece intocada por las modificaciones, es la única que posee irresponsabilidad, impersonalidad y perpetuidad. No hay forma más opresiva de despotismo que la que se presenta bajo esta triple forma."

Más adelante, Le Bon revela su tesis historicista, que sin duda debió influir notablemente en la filosofía spengleriana:

"La progresiva restricción de todas las libertades en el caso de ciertos pueblos, a pesar de la licencia aparente que les otorga la ilusión de que aún poseen estas libertades, parece ser por lo menos tan consecuencia de su avanzada edad como de cualquier sistema en particular. Constituye uno de los primeros síntomas de esa fase decadente de la cual hasta ahora ninguna civilización ha escapado."

Por su parte, el gran Ramiro de Maeztu también nos advirtió de la inseparable unidad que conforman los ideales democráticos y la creciente burocracia:

"...la democracia es un sistema que no se consolida sino a fuerza de repartir entre los electores destinos y favores, hasta que produce la ruina del Estado, eso aparte de que no llega a establecerse en parte alguna, si no se les engaña previamente con promesas de imposible cumplimiento o con la calumnia sistemática de los antiguos gobernantes. ¿Qué se hizo del sueño de libertad para todas las doctrinas, todas las asociaciones? Un privilegio para los amigos, una concesión para los enemigos, a condición de que sean buenos chicos."

"Lo peor, sin embargo, no es el aumento de los gastos públicos, sino que los fomente el mismo régimen representativo instituido para refrenarlo. En los más de los países son miembros de las Cámaras numerosos funcionarios, identificados con el poder público que, lejos de regatear recursos al Erario, no tienen más anhelo que el de repartirse presupuestos opíparos. Tampoco los partidos políticos están interesados, sino de un modo muy genérico, en las economías, porque cuanto mayores sean los gastos de su Estado, más empleados sostiene, es decir, más electores, más amigos, más agentes, más secuaces de los partidos gobernantes. Así los presupuestos se convierten en la lista civil de los partidos..."
Y más adelante añade:

"Nada ha sido más funesto a los pueblos de la Hispanidad que su concepto del Estado como un derecho a recaudar contribuciones y a repartir destinos"

"Las dictaduras surgen en América por la necesidad de poner coto al incremento de los gastos públicos. Las democracias, en cambio, nacen del ansia, no menos imperiosa, de dar a todo el mundo empleos de Gobierno."

"El Estado contemporáneo es la lista civil del sufragio universal, lo que quiere decir que su bancarrota es infalible..."

Finalmente, el pensador vasco concluye con estas palabras:

"Pero este tipo de Estado ha de quebrar, lo mismo en América que en Europa, no sólo porque los pueblos no pueden soportarlo, sino porque carece de justificación ideal. Es un Estado explotador, más que rector. Antes de sucumbir a su imperio, preferirían los pueblos salvarse (...) por algún golpe de autoridad, que arrebate a los electores influyentes su botín de empleos públicos."




lunes, 16 de noviembre de 2009

LA METAMORFOSIS DE LA IZQUIERDA: 20 AÑOS DESPUÉS DE LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN


"Durante décadas, la gente ni siquiera podía acercarse al Muro de Berlín. Esa noche, la gente bailó sobre el muro y el mundo cambió."

HORST KÖHLER




Hace unos días se cumplieron 20 años de la caída del Muro de Berlín. Para conmemorar tan relevante efeméride, La Maldición de Spengler ofrece en exclusiva la transcripción de la entrevista que la cadena Cope de radio efectuó al conocido escritor Juan Manuel de Prada, a propósito de la posterior evolución que el mundo experimentó a partir de este acontecimiento.






Juan Pablo Colmenarejo: ¿Cree que ese día (hace 20 años) terminó el siglo XX?


Juan Manuel de Prada: Bueno, hay quienes sitúan esa fecha en el día de la caída del Muro de Berlín; también los hay que la sitúan tras el atentado del 11-s. Creo que la fecha de la que has hablado es, de todas formas, digna de marcar un hito dentro de la evolución interna de Occidente; una evolución que, en contra de las tesis optimistas que proliferan en estos días, es mucho más sombría de lo que generalmente se cree.



J.P.C. : Pero... ¿no fue ese día el triunfo de la Libertad?


J. M. P. : Sí, sin duda fue el triunfo de la "Libertad"... Lo que ocurre es que la "Libertad" es, en sí misma, un movimiento, y lo que cuenta en el movimiento es el "hacia dónde". Puede que el movimiento tenga un norte o esté desnortado, puede que sea un movimiento pequeño o gigantesco, puede que la dirección que tome sea hacia "adelante" o hacia "atrás"... En la libertad no es tan relevante la cuestión de "ser libre" como la de ser "libre para qué". Y creo que la "Libertad" que ha venido después de la caída del Muro, la de estos últimos 20 años, ha sido una Libertad destructiva. Mi opinión es que "los logros" de ésta podemos verlos hoy: libertad para retirar crucifijos, libertad para destruir toda clase de vínculos humanos (empezando por la Familia), libertar para abortar sin cortapisas, libertad para acabar con la transmisión de concierto fundada en la Tradición, libertad para experimentar con embriones...; en definitiva, Libertad para destruirnos. Sin embargo, creo que la obsesión por la Libertad que exteriorizan algunos no es más que la marca distintiva de los débiles.


J.P.C. : Cayó el Muro, pero ¿cayó junto a él la fascinación de la izquierda Occidental por los regímenes del "socialismo real"?


J.M.P. : En realidad parece que la izquierda había iniciado un proceso de "metamorfosis" 20 años antes, especialmente visible en mayo del 68. Evidentemente, hay por aquel entonces un momento en el que la izquierda se da cuenta de que los regímenes comunistas eran eminentemente represores de la naturaleza humana, por lo que provocaba en sus víctimas una reacción que se traducía en un "apetito" de Libertad. Pero esa Libertad adquiere en mayo del 68 unas connotaciones muy concretas: rebelión contra el Sistema, "apoteosis sexual"...; en suma, un intento de romper y transvalorar las normas. Es en ese clima que la izquierda realiza ese proceso de mutación, por otra parte inteligentísimo, en el que toma conciencia de que si quiere llevar a cabo su proceso de "ingeniería social" (pues la izquierda ha tenido desde sus orígenes un claro propósito de "transformar" a la sociedad), lo que debía hacer no era reprimir la Libertad, sino exaltarla al máximo hasta deificarla. Así la "Libertad" se convierte en un ídolo al que todos debemos adoración. Y es en ese proceso de "regeneración" donde está la clave para comprender que, tras la caída del Muro de Berlín, la izquierda está perfectamente pertrechada y dispuesta a lanzar su nueva ofensiva, que es precisamente la que estamos padeciendo hoy, y a la que la derecha no ha tardado en adherirse. De esta manera, esa exaltación destructiva de la Libertad nos está conduciendo a un nuevo modelo de tiranía mucho peor que las tiranías comunistas, y todo por una sencilla razón: bajo los regímenes represores, el Hombre es consciente de que se le está arrebatando algo que le pertenece por Naturaleza, que es su Libertad. En cambio, en las nuevas tiranías esa "bulimia" de Libertad provoca que el Hombre quede "anestesiado" ante los abusos del Poder.


J.P.C. : Unos meses antes de la caída del Muro, el Presidente de la RDA, Erich Honecker, fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Complutense de Madrid; fue cuando declaró aquello de que "el Muro seguirá en pie cien años más", y se cayó seis meses después... Es como si la "progresía" española hubiese estado siempre muy atenta a esta clase de "homenajes" ¿no le parece?


J.M.D. : No debemos olvidar que hace poco tiempo también se le concedió ese mismo galardón a Santiago Carrillo, que aun simboliza la supervivencia de esta clase de ideologías. Por otro lado, actualmente el "Mátrix Progre" se complace en abrazar con alborozo a Hugo Chávez, otro personaje que representa la "puesta al día" del socialismo real. Al fin y al cabo, toda ideología necesita construir su propia mitología. Es indudable que hoy la izquierda europea reniega de estos regímenes porque los considera obsoletos y anacrónicos; pero ello es así porque a su vez ha descubierto que el "orden liberal", es decir, el sistema político basado en la economía capitalista, es infinitamente más eficaz de cara a realizar su proyecto de "ingeniería social". En este sentido, resulta muy fácil compatibilizar la veneración a este mitología pasada con la construcción de una "sociedad nueva" sustentada por los regímenes social-democráticos actuales. Por eso creo que no debemos engañarnos; la frase pronunciada por el Presidente de la RDA se ha cumplido: él sabía que "el Muro" iba a sobrevivir cien años más, precisamente porque también sabía que la izquierda había preparado esta metamorfosis...

lunes, 2 de noviembre de 2009

EL NUEVO ORDEN MUNDIAL EN CLAVE SPENGLERIANA


"Todo poder es una conspiración permanente "

HONORÉ DE BALZAC



"El mecanismo del Estado romano, desde Escipión el Africano hasta Augusto, permaneció mucho más estacionario de lo que generalmente se cree. Pero los grandes partidos son sólo en apariencia el centro de las acciones decisivas. Lo decide todo un pequeño número de cerebros superiores, cuyos nombres en este momento no son acaso los más conocidos."

OSWALD SPENGLER




Desde el final de la Primera Guerra Mundial y la creación de la Sociedad de Naciones, el deseo de consolidar un Nuevo Orden Mundial que regule diplomáticamente las relaciones internacionales viene sobrevolando las mentes de los expertos más avezados en geopolítica del último siglo. Paralelamente, la visión de una sociedad implacablemente gobernada por una élite tecnocrática que, bajo el manto de una aparente democracia, se vale del control burocrático de la educación pública y del sector económico y financiero (a través de las universidades, las empresas multinacionales y la Banca Mundial), el monopolio de los emporios mediáticos y la absoluta potestad para crear nuevos organismos globalizadores (UNESCO, OMS, OTAN, FMI, etc.), cautivaron la imaginación de multitud de literatos que a lo largo del siglo XX ofrecieron la inquietante descripción de un futuro en el que la Humanidad sería atomizada y esclavizada por un gobierno "invisible" de poder omnímodo y proporciones planetarias. Autores como A. Huxley o G. Orwell llevaron hasta sus últimas consecuencias las llamadas anti-utopías, alertando de la tiranía que el uso indiscriminado de los avances tecno-científicos y el control social por parte del Estado podían ejercer sobre la población de un futuro no muy lejano.

No obstante, no estamos hablando de ciencia ficción ni de paranoias conspirativas. Las pretensiones imperialistas del N.O.M. se corresponden perfectamente con el pathos del imperium mundi profetizado por Spengler. Esos "cerebros superiores" conforman la espina dorsal de las oligarquías que durante muchas generaciones han dominado un mundo sometido a la dictadura del Dinero. Pero esta hegemonía empieza a vacilar en cuanto formulamos la siguiente cuestión: es innegable que las decisiones políticas de mediana envergadura, las que aparecen a todas horas en prensa y televisión, se siguen llevando a cabo con dinero; pero en lo que respecta a la alta política del presente, ¿se desarrolla todavía por dinero? La respuesta es un simple y contundente no. Es la voluntad de poder y no de enriquecerse la que marca la pauta a las élites dirigentes, y ello desde hace mucho más tiempo del que se cree. Pero esta sutil variación de la tendencia es la que anticipa la índole del Cesarismo auténtico, para el que los hechos económicos no son sino un arma más al servicio de la constante actualización del Gobierno Mundial o Imperio como idea política.

El Club Bilderberg, el Club de Roma, la Comisión Trilateral, en cuyas fisonomías puede apreciarse la inconfundible impronta de ese imperialista nato que fue Cecil Rhodes, son ejemplos de que la alta política, la única que actualmente se preocupa del futuro, que tiene dirección, y por tanto, la única que cuenta para el mundo de los hechos, está al fin desligada de cualquier elemento "democrático": ideologías, partidos, mítines, elecciones... Al contrario, toda esa parafernalia es un instrumento cuidadosamente preparado para dicotomizar y confundir a la "opinión pública", mientras los mismos que han creado es paradigma pueden actuar con plena libertad de acción en sus planes de conquista.

Así pues, la partitocracia vigente está siendo paulatina y silenciosamente sustituida por una nueva forma de gobierno, forma que en las etapas sucesivas culminará con el retorno del mismo elemento dinástico que había sido reprimido durante más de dos siglos de repúblicas democráticas. De una parte, las dinastías del Dinero (Rockefeller, Rothschild, Carneige, etc.); de otra, las añejas dinastías de la Sangre (las grandes casas reales, como los Habsburgo). La lucha entre ambas facciones marcará el regreso de la Autoridad y el Honor como premisas indiscutibles para la nueva fase de Occidente en su sino particular: el Nuevo Orden Mundial, el Imperio Universal que simbolizará la última misión histórica de una raza cuya vitalidad se consumió hace mucho tiempo entre las brumas del pasado.