jueves, 13 de mayo de 2010

MOVIMIENTO N-R: ¿DÓNDE ESTÁ EL ORIGEN DE LA CRISIS?



"¡Y pensar que algunos se asombran de que hayamos perdido las colonias! Lo que a mí me asombra es cómo no hayamos perdido, con esta burocracia, hasta los pantalones"

PÍO BAROJA





La ideología del movimiento Nacional Revolucionario, tal y como aparece en el "Preámbulo al Manifiesto por una izquierda nacional y contra el capitalismo global", adolece de gran cantidad de defectos que impiden una clara comprensión de la crisis sistémica que vivimos en estos días. El gran error de esta ideología parte, a mi juicio, de una visión muy estrecha (que en ocasiones resulta un tanto demagógica) de las causas del inminente desmoronamiento del Estado de Bienestar y del sistema de vida asquerosamente materialista a él aparejado.

Y es que esta "izquierda nacional" continúa manejando los dogmas que desde siempre han sido herramientas harto útiles para aglutinar el odio y canalizarlo en determinada dirección, pero sin la menor intención de encontrar las raíces del cáncer social que está haciendo periclitar a nuestra civilización: para ello, se muestran a la opinión pública las imágenes de las "clases dirigentes" ("los políticos"), y junto a ellas las de unos cuantos ricachones, banqueros y especuladores ("los oligarcas"), y se dice que ellos juntos han sido los artífices de esta debacle económica, apareciendo el resto de la sociedad como inocentes y melifluas víctimas de semejantes parásitos. Olvidan que la sociedad ha sido la primera que ha respaldado este régimen mientras la bonanza económica ha permitido saciar sus "intereses" (y todos sabemos qué clase de intereses anhelan las masas de una sociedad tan marcadamente hedonista y relativista como la nuestra). Por otra parte, se habla en defensa de los "trabajadores" sin aclarar en ningún momento si se trata de obreros o de funcionarios (ese es el equívoco en el que también incurren los sindicatos, que aglutinan artificialmente a ambos bandos asignándoles el nombre de "asalariados"), y cuando parece que se refieren específicamente a los operarios, se asegura que este sector se corresponde con la "mayoría social", sin percatarse de que los obreros que desean que sus hijos hereden el oficio y no se dediquen a explotar a nadie, son, al menos en la actualidad, una minúscula minoría.

No podemos negar que la corrupción a todos los niveles (y no sólo, ni muchísimo menos, entre las altas esferas de la política) y el imperio de la plutocracia son sintomas visibles de este desmoronamiento. Pero no es menos cierto que las enfermedades nunca deben ser reconocidas en sus aspectos externos, sino en las causas profundas que propiciaron su aparición y crecimiento. Con lo cual, tales causas no las hallaremos "arriba" (aunque desde un punto de vista demagógico pueda resultar muy efectivo), sino "abajo", entre la gente del pueblo cuya mentalidad es radicalmente opuesta a la de otras épocas. Es allí donde está el origen de la decadencia social que vivimos, y no entre "la clase dirigente", mera expresión o reflejo de un espectro social agonizante.

Nunca como hoy se ha adoctrinado a nuestros hijos para que crean legítimo tratar de ser explotadores (ya sea como funcionarios o parafuncionarios), nunca como hoy se les ha exhortado para que busquen "su interés" (o el de la mayoría, el cual explica muchas cosas), y nunca como hoy se han sentido tan desarraigados de su familia y de su patria. Y los padres no han dudado en amparar y fomentar todas estas atrocidades, esperando que alguno de sus vástagos sacase provecho de tanta ignominia. Ahora bien, con este mar de fondo era previsible que unos cuantos "pescadores" se mancomunasen para beneficiarse de este caos, pero señalarles con el dedo y estigmatizarles con el epíteto de "causantes" de todos nuestros males es tan cínico como irresponsable. En un país donde todo funcionase con un mínimo de cordura, estos pescadores no hallarían lugar donde introducir el anzuelo. Por tanto, lo que exige el momento presente es renunciar a la acrónica posición que siempre ve una "minoría explotadora" y una "mayoría explotada". Por el contrario, sólo una pequeña parte de la sociedad es lo suficientemente madura como para vivir honradamente sin dejarse llevar por el materialismo reinante; el resto, almenos potencialmete, puede considerarse como masa explotadora.

Ante esta cuestión, la ideología Nacional-Revolucionaria aduce que los "liberal-capitalistas" y los sionistas pervirtieron a las masas, que pronto se entregaron a una orgía de desquiciado consumismo. Más bien yo diría lo contrario: fue la aparición de las masas y la necesidad "democrática" de comprar su voluntad (dictadura de las mayorías), lo que permitió que un sistema económico ya de por sí materialista (capitalismo inglés)desembocase en un verdadero monstruo que, bajo el nombre de Estado de Bienestar, amenaza con desintegrar nuestro más inmediato futuro en tiempo récord.

Mención especial merece la posición que la izquierda nacional adopta frente al fenómeno de la inmigración: simplificando, diremos que la ven como una gangrena que debería ser extirpada cuanto antes. No comprenden los simpatizantes de estas ideas que, en las actuales circunstancias,esta medida aniquilaría los raquíticos restos de economía productiva que aún quedan en nuestro país. Pues ¿cómo quieren ustedes que España y el resto de países del "Primer Mundo" no se van invadidos por la escoria tercermundista, si saben perfectamente que ésta es la única mano de obra que acepta unos empleos que ninguno de los autóctonos quiere desempeñar? Y es que entre una legión asfixiante de funcionarios y parafuncionarios; entre una turba de incompetentes subvebencionados por el Estado y entre una masa de quinceañeros dispuestos a reventar las calles y a dibujar el símbolo ácrata en cada una de las esquinas de neustra ciudad, bastante hacen los inmigrantes con sostener con su trabajo el paupérrimo edificio sobre el que nos asentamos.

Por mi parte, puedo asegurarles que nadie como yo se siente tan apenado al contemplar la chusma cosmopolita que se está adueñando del tejido económico de España. Pero todavía me apena más percatarme de la angosta visión política de la que hacen gala algunos ideólogos, que creen que con deportar a unos cuantos negros y con fumigar a unos cuantos políticos y especuladores, habrán sanado todos los problemas (y habrán mitigado las "deigualdades económocas", expresión que no merece por nuestra parte el menor comentario). Nada más lejos de la realidad: las raíces de la decadencia serán arrancadas el día en que la mentalidad del pueblo cambie como un calcetín, cosa que parece que no va a ocurrir ni a corto ni a medio plazo. Para ilustrarles, déjenme que les ofrezca este breve ejemplo:

Sabemos por diversas fuentes que en la España del siglo XVII había más de 11 millones de habitantes. La Contaduría de aquella época registró una cifra de funcionarios que oscila entre treinta y cuarenta mil, lo cual arroja una tasa de 2´75 empleados públicos por cada cien habitantes. Pero lo curioso es que todo el mundo pensaba por aquel entonces que con dos mil ya andaban bien servidos, en la creencia de que sólo los mal dotados para el trabajo tenían derecho a engrosar las filas de la buracracia. En nuestro tiempo, en cambio, son los que no sirven para estudiar los que se dedican a trabajar (aunque de bastante mala gana, como fácilmente se comprende). Compárese ambas mentalidades y se aprecirá en toda su dimensión el brutal cambio que la sociedad española a verificado en los últimos siglos: sobran las palabras.

Con todo lo anteriormente expuesto, no pretendemos rememorar épocas pasadas en un delirio de trasnochado idealismo, sino tratar de exponer a nuestros lectores las secretas fuerzas que mueven los hilos del tiempo presente. Obviamente, tales fuerzas no pueden ni deben ser anuladas, pero sí tenidas en cuenta para una correcta comprensión de la realidad. El gran peligro de todo estadista es el de transformar una reforma en una revuelta, por lo que la obligación irrenunciable del político nato es orientarse en el pasado, actuar en el presente y mantener la mirada fija en el futuro. Así es como las naciones más vigorosas han logrado vadear los riscos que representaban las más adeversas situaciones.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Aunque usted no se ha molestado en contestar en el blog donde se publica el Preámbulo al Manifiesto, nosotros le respondemos en el suyo:

http://adecafcom.puntoforo.com/viewtopic.php?t=1180

En este enlace tiene nuestra respuesta. Está escrita en el mismo tono que sus críticas. No podía ser de otra manera.

Anónimo dijo...

La culpa de la masa, igual que, en otras épocas, de los esclavos por querer de dejar ser esclavos y que sus hijos algún día tampoco lo fueran. Me parece simplemente abominable la cantidad de majaderías que contiene esta entrada.

Parece Ud. haber aterrizado ayer en el planeta Tierra.

Sin acritud.

Saludos.

Ramon dijo...

"La culpa de la masa, igual que, en otras épocas, de los esclavos por querer de dejar ser esclavos y que sus hijos algún día tampoco lo fueran. Me parece simplemente abominable la cantidad de majaderías que contiene esta entrada."

Mi abuelita solia decir sobre las multitudes universitarias, que no podia ser que todos fueramos jefes, que alguien tenia que hacer el trabajo. Fué profética, aunque supongo que el que escribió la frase entrecomillada de mas arriba la consideraria una majadera.