jueves, 3 de diciembre de 2009

UN ESTADO EXPLOTADOR: EL BUROCRATISMO COMO AGENTE DE DECADENCIA


"El hombre desarraigado es un hombre vuelto engranaje, que "sirve" para el propósito colectivo. Quizás sea útil recordar aquí el análisis que Gabriel Marcel hacía de la palabra "servir". Dicho término puede querer significar simplemente ser usado, como se dice de una máquina: me sirve o no me sirve; pero también, en el otro extremo, el verbo servir se carga de armónicos que parecen extraños a la idea de pura utilización, por ejemplo cuando se dice: es un honor servir... Pues bien, el auténtico servidor se distingue por cierto apego, por cierto arraigo. Es todo lo contrario del funcionario que se limita a cumplir su parte del contrato, por ejemplo, en un hospital, y cuando termina su horario se va, aunque lo reclame tal o cual enfermo. La burocracia es un mal, es el mal propio del hombre que no "sirve", del desarraigado, es un mal metafísico"


P. ALFREDO SÁENZ



La aparición del Estado Organizativo tras la Revolución Francesa es el impás histórico que mejor refleja la muerte de un modelo de gobierno, el monárquico, que fue sustituido por un verdadero despotismo para el que las ideas de dignidad y servicio no tenían cabida: la "democracia", esa anarquía establecida que hoy amenaza con aniquilar a las naciones europeas mediante el mismo caos que ha ido aderezando durante siglos de ardua y obstinada labor.

Pero junto al imparable avance de este caos tan abyecto como falto del menor sentido de responsabilidad, surge otro síntoma que delata a la perfección la corrupción interna de los pueblos declinantes. Me refiero al burocratismo, esa lacra social que pronto se convierte en el cáncer que devora los restos de las civilizaciones en fase de desintegración.

En la época del Antiguo Régimen los cargos públicos eran en general heredados de padres a hijos, por lo que casi nadie osaba ambicionar tales empleos, tradicionalmente asociados a una disciplina y capacidad de sacrificio tan severas que al populacho no le resultaban en absoluto apetecibles. No obstante, ya en las primeras constituciones liberales se tipifica expresamente cuál es el auténtico sentido del verbo "democratizar": permitir el acceso de la plebe a cualquier destino público. Al poco de entrar en liza los partidos políticos, la nación se divide en una lucha por atraerse a la mayor clientela posible, la cual sólo puede ser mantenida con la promesa de consolidar e incluso aumentar la burocracia, que ya por entonces se ha transformado en la casta privilegiada que todos padecen, pero a la vez, a la que todos aspiran. La dirección del Estado, antes reservada a una minoría especial de familias que conservaban la idea de servicio a una causa histórica, se troca en un negocio del que todos quieren participar y beneficiarse, y siempre a costa de quienes realmente sustentan a la nación. El llamado "Estado de Bienestar" no es más que la evolución consecuente de esta revolución, que en la actualidad prosigue su marcha alcanzando proporciones monstruosas, y cuyo éxito radica en que entiende por "Bienestar" el poder librarse del trabajo verdaderamente duro y productivo. Así es como las dignidades del Estado derivan en "el botín del vencedor", parafraseando a Spengler en una de sus célebres sentencias.

De esta manera resumió Gustave Le Bon la situación de las naciones latinas, que ya en 1895 comenzaban a mostrar señales de la misma corrupción que hoy asola a todo Occidente:

"La promulgación de estas innumerables series de medidas legislativas, todas ellas de un orden restrictivo en general, conduce necesariamente a aumentar el número, el poder, y la influencia de los funcionarios encargados de su aplicación. De esta forma, dichos funcionarios tienden a convertirse en los verdaderos amos de los países civilizados. Su poder es tanto más grande cuanto que, en medio de esta incesante transferencia de autoridad, la casta administrativa es la única que permanece intocada por las modificaciones, es la única que posee irresponsabilidad, impersonalidad y perpetuidad. No hay forma más opresiva de despotismo que la que se presenta bajo esta triple forma."

Más adelante, Le Bon revela su tesis historicista, que sin duda debió influir notablemente en la filosofía spengleriana:

"La progresiva restricción de todas las libertades en el caso de ciertos pueblos, a pesar de la licencia aparente que les otorga la ilusión de que aún poseen estas libertades, parece ser por lo menos tan consecuencia de su avanzada edad como de cualquier sistema en particular. Constituye uno de los primeros síntomas de esa fase decadente de la cual hasta ahora ninguna civilización ha escapado."

Por su parte, el gran Ramiro de Maeztu también nos advirtió de la inseparable unidad que conforman los ideales democráticos y la creciente burocracia:

"...la democracia es un sistema que no se consolida sino a fuerza de repartir entre los electores destinos y favores, hasta que produce la ruina del Estado, eso aparte de que no llega a establecerse en parte alguna, si no se les engaña previamente con promesas de imposible cumplimiento o con la calumnia sistemática de los antiguos gobernantes. ¿Qué se hizo del sueño de libertad para todas las doctrinas, todas las asociaciones? Un privilegio para los amigos, una concesión para los enemigos, a condición de que sean buenos chicos."

"Lo peor, sin embargo, no es el aumento de los gastos públicos, sino que los fomente el mismo régimen representativo instituido para refrenarlo. En los más de los países son miembros de las Cámaras numerosos funcionarios, identificados con el poder público que, lejos de regatear recursos al Erario, no tienen más anhelo que el de repartirse presupuestos opíparos. Tampoco los partidos políticos están interesados, sino de un modo muy genérico, en las economías, porque cuanto mayores sean los gastos de su Estado, más empleados sostiene, es decir, más electores, más amigos, más agentes, más secuaces de los partidos gobernantes. Así los presupuestos se convierten en la lista civil de los partidos..."
Y más adelante añade:

"Nada ha sido más funesto a los pueblos de la Hispanidad que su concepto del Estado como un derecho a recaudar contribuciones y a repartir destinos"

"Las dictaduras surgen en América por la necesidad de poner coto al incremento de los gastos públicos. Las democracias, en cambio, nacen del ansia, no menos imperiosa, de dar a todo el mundo empleos de Gobierno."

"El Estado contemporáneo es la lista civil del sufragio universal, lo que quiere decir que su bancarrota es infalible..."

Finalmente, el pensador vasco concluye con estas palabras:

"Pero este tipo de Estado ha de quebrar, lo mismo en América que en Europa, no sólo porque los pueblos no pueden soportarlo, sino porque carece de justificación ideal. Es un Estado explotador, más que rector. Antes de sucumbir a su imperio, preferirían los pueblos salvarse (...) por algún golpe de autoridad, que arrebate a los electores influyentes su botín de empleos públicos."




2 comentarios:

La Revuelta dijo...

La asignación de cargos por herencias acabó fallando como consecuencia de la decadencia. Del mismo modo que la antiguas aristocracías y casas reales.

Fue la gran corrupción espiritual a la que sucumbió la monarquía francesa lo que precipitó la revolución.

Las crisis de valores son para mi opinión la base de las revoluciones y los cambios de régimen. Hoy en dia vivimos otra también inmensa, con cada caso de corrupción avanzamos un paso hacia el fin del actual modelo. Ahora la labor es luchar por constuir un modelo alternativo, capaz de sacarnos del actual lodazal y ofrecer a Europa una esperanza hacia el futuro.

Manuel David Mora Hervás dijo...

Gracias por tu comentario; sólo añadir mi punto de vista: no es que el actual Sistema esté corrompiéndose, sino que el actual Sistema es, desde los comienzos de su fundación, un canto a la corrupción.