jueves, 17 de septiembre de 2009

TRADICIONALISMO, FASCISMO, NAZISMO


"EL cabecilla debe ser un héroe y no un tenor heroico."
(Refiriéndose a Adolf Hitler)

OSWALD SPENGLER


Es conveniente aclarar de vez en cuando algunos términos, dada la polémica que en los últimos días han suscitado ciertos aspectos ideológicos y biográficos de Spengler.

Es indudable que tanto el fascismo como el nazismo compartían ciertos elementos tradicionalistas (sobre todo si los comparamos con los movimientos izquierdistas que pululaban por aquel entonces), pero de ahí a concluir que ambas ideologías son tradicionalistas hay un enorme e injustificado trecho.

Por otro lado, creo que no es del todo correcto incluir al nazismo dentro de la corriente fascista, pues resulta obvio que ambos movimientos se identificaron más por el enemigo común contra el que combatían que por los fines que perseguían. Incluso dentro del Nacional-Socialismo, parece que también muchos militares, intelectuales y civiles se adhirieron a la causa nazi no por comulgar con sus ideas, sino porque el movimiento liderado por Hitler ofrecía un eficaz antídoto contra un posible golpe de Estado comunista, o contra la posibilidad de que en un futuro no muy lejano el capital de Estados Unidos monopolizase la maltrecha economía alemana. Quizá todas estas reflexiones ayuden a explicar por qué Spengler votó al partido Nazi en las elecciones de 1932.

Con respecto a la supuesta relación que Spengler mantuvo con el nazismo, si bien es posible que algunos de sus pensamientos influyeran notablemente en algunos ideólogos nazis, no es menos cierto que también lo hicieron sobre otros pensadores que nada tuvieron que ver con este movimiento, como es el caso de Michel Foucault, Theodore Roszak, Charles Reich, Georg Lukacs o L. Von Wright. Además, no es difícil sospechar que el intento de los nazis Strasser y Hanfstängl por que Spengler engrosase las filas del NSDAP se corresponde más bien a una estrategia propagandística con el objetivo de ganar popularidad. No olvidemos que el autor de "La Decadencia de Occidente" se hizo muy célebre a partir de 1919, por lo que rápidamente se convirtió en una personalidad muy apetecible para los partidos de extrema derecha.

Sobre las críticas de Spengler en los años 30, hay que reseñar que éstas no se limitaron al nazismo, sino que también alcanzaron al fascismo. Al filósofo alemán no se le escapó que el mismo Hitler inició su andadura política en el Partido Obrero Alemán, mientras que Mussolini hizo lo propio con sus "fasci di combattimento", escuadras en las que se respiraba un fuerte aroma obrerista. Sobre el fascismo en particular, escribe Spengler en Años Decisivos:

"También el fascismo es un tránsito. Se ha desarrollado partiendo de la masa urbana, como partido de masa con ruidosa agitación y discurso de mitin. Integra tendencias del socialismo obrero."
Tampoco considero muy acertado identificar taxativamente el imperialismo con el fascismo, pues aquél ha sido el sueño de todas las potencias europeas desde los últimos 500 años. ¿Qué podemos decir de la España de Felipe II, de la Francia de Napoleón, de la Alemania de Bismarck o de la Inglaterra de la reina Victoria, por poner algunos ejemplos? Incluso Estados Unidos, con su constitución liberal, no ha podido resistir la tentación imperialista en cuanto se ha visto libre de trabas para desarrollar su particular política exterior. Tal es el sino de los Estados "fáusticos" tan pronto como toman conciencia de su fuerza geopolítica en el concierto mundial. Por tanto, decir que "la piedra angular del fascismo es el imperialismo", es tanto como decir que en el último lustro las naciones occidentales han sido gobernadas por fascistas.

Por lo demás, no creo que Spengler se mostrase muy convencido de la ofensiva que llevó a cabo Hitler contra Rusia. Debemos tener presente que Spengler concibió a Occidente como una unidad geopolítica, mientras que la limitada visión de Hitler tan sólo se centraba en sus deseos pangermanistas. En vez de consolidar la unidad interna de todas las naciones europeas, cosa que por entonces andaba muy lejos de conseguirse, Hitler lanzó a sus tropas contra el frente del Este sin contar con que las circunstancias eran bien distintas con respecto a las que se dieron durante su victoriosa etapa de expansionismo. La táctica de la "Guerra Relámpago" (Blitzkrieg) se mostró totalmente inoperante frente al bien pertrechado Ejército Rojo, que sólo tuvo que esperar a la llegada del invierno para recuperar en una rápida contraofensiva todo el terreno perdido. Esta falta de realismo, unida a una posición demasiado exclusivista del papel que debían asumir los pueblos germánicos dentro del mundo occidental, fue la perdición de Alemania y de todo Occidente durante la II Guerra Mundial. Nada extraño en un pueblo, todo hay que decirlo, cuyo dirigente fue elegido por las urnas, confirmando que quienes emplean sus esfuerzos en la escenificación demagógica son luego ciegos e incapaces de afrontar los problemas que surgen en el implacable torrente de la alta política.

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