jueves, 14 de mayo de 2009

SOBRE EL TOTALITARISMO DEMOCRÁTICO (parte III)



La Realidad, tal como la veo, es que los grandes medios de comunicación de masas –es decir, los que mueven la opinión de la mayoría de los votantes- están vendidos a una de las fuerzas políticas mayoritarias (…). La prensa no propaga, sino que crea la opinión libre, y lo que la prensa no cuenta no existe.”

MARTÍN LÓPEZ CORREDOIRA





En todas las épocas donde vence el espíritu democrático, el poder del dinero emerge con inusitada fuerza para apropiarse, como concepción del universo, del resto de formas intactas de la cultura. Todas las diferencias que conformaban las diferentes clases sociales quedan aniquiladas en cuanto se impone el “derecho de todos” a enriquecerse de la misma manera (es decir, de la forma más mezquina: siempre con el menor esfuerzo posible). De inmediato aparece la prensa –actualmente los modernos mass media- para moldear despóticamente el pensamiento de la mayoría. Pero cuanto más se demanda la “libertad de prensa” para los medios de comunicación y la “libertad de expresión” para la opinión pública, tanto más se constata su dependencia de los poderes que los apoyan financiera e ideológicamente.
Escuchemos a Spengler:

Si se entiende por democracia la forma que la tercera clase (la burguesía), como tal, desea imprimir a toda la vida pública, entonces hay que añadir que democracia y plutocracia significan lo mismo.”

Pronto se comprende, por tanto, lo ridículo que resulta la aparición de presuntos idealistas clamando al cielo por la falta de objetividad de la prensa, toda vez que si algún periódico llegara a emanciparse de todos y cada uno de los poderes plutocráticos actuales, sería automáticamente censurado por éstos en connivencia con los estamentos oficiales.

Oswald Spengler: ”Hay un elemento tragicómico en la desesperada lucha que los reformadores y maestros de la libertad dirigen contra el efecto del dinero, y es que ellos mismos sostienen esa lucha con dinero. Entre los ideales de la clase formada por los que no pertenecen a ninguna clase está no solamente el respeto al gran número — respeto que se expresa en los conceptos de igualdad, de derecho innato y también en el principio del sufragio universal —, sino también la libertad de la opinión pública, sobre todo la libertad de prensa. Estos son ideales. Pero en realidad, la libertad de la opinión pública requiere la elaboración de dicha opinión, y esto cuesta dinero; la libertad de la prensa requiere la posesión de la prensa, que es cuestión de dinero, y el sufragio universal requiere la propaganda electoral, que permanece en la dependencia de los deseos de quien la costea.”

Este hecho se hace especialmente patente durante las etapas históricas en las que los poderes financieros, luego de que el dinero abstracto se haya independizado de la economía real, lograron apropiarse de los Estados. Este es el caso de Europa en 1815, cuando la derrota de Napoleón en Waterloo propició que unas cuantas familias, que habían especulado mediante la propagación de falsos rumores sobre el resultado final de la batalla, multiplicasen fabulosamente su capital hasta controlar financieramente naciones enteras como Inglaterra o Francia. Desde entonces, sostiene
Spengler, “No hay movimiento proletario, ni siquiera comunista, que no actúe en interés del dinero y en la dirección marcada por el dinero y con la duración fijada por el dinero — sin que de ello se aperciban aquellos de los Jefes que son verdaderamente idealistas . El dinero piensa; el dinero dirige; tal es el estado de las culturas decadentes, desde que la gran ciudad se ha adueñado del resto del país.”
Sin duda, las apreciaciones de Spengler en torno a la naturaleza profunda de la democracia esconden un certerísimo análisis que a día de hoy sigue siendo una fuente de inspiración para muchos críticos del actual sistema. Lean sino el siguiente extracto y juzguen ustedes mismos:

la política europeo- americana ha creado por la prensa un campo de fuerza, con tensiones espirituales y monetarias, que se extiende sobre la tierra entera y en el que todo individuo está incluso, sin darse cuenta, de modo que ha de pensar, querer y obrar como tiene por conveniente cierta dominante personalidad en lejano punto del globo.(...) No se habla de hombre a hombre; la prensa, y con ella el servicio de noticias radiotelefónicas y telegráficas, mantienen la conciencia de pueblos y continentes enteros bajo el fuego graneado de frases, lemas, puntos de vista, escenas, sentimientos, y ello día por día, año por año, de modo que el individuo se convierte en mera función de una «realidad» espiritual enorme. El dinero hace su camino político, bien que no como metal que pasa de una mano a otra. No se transforma tampoco en juegos y en vino. Se transforma en energía y determina por su cuantía la intensidad de la propaganda.”

Aun más impactantes son sus observaciones, no sin una velada carga irónica, sobre la volubilidad de la opinión pública, así como de la pretendida “información imparcial” que continuamente se le suministra:

“¿Qué es la verdad? Para la masa, es la que a diario lee y oye. Ya puede un pobre tonto recluirse y reunir razones para establecer «la verdad»—seguirá siendo simplemente su verdad. La otra, la verdad pública del momento (…) es hoy un producto de la prensa. Lo que ésta quiere es la verdad. Sus jefes producen, transforman, truecan verdades. Tres meses de labor periodística, y todo el mundo ha reconocido la verdad. Sus fundamentos son irrefutables mientras haya dinero para repetirlos sin cesar.”

Asimismo, no dejan de inquietar las siguientes frases, en las que el filósofo alemán profetiza sin saberlo el tránsito de la prensa escrita a la radio y, posteriormente, la televisión:

"El dinamismo de la prensa quiere efectos permanentes. Ha de tener a los espíritus permanentemente bajo presión. Sus argumentos quedan refutados tan pronto como una potencia económica mayor tiene interés en los contra argumentos y los ofrece con más frecuencia a los oídos y a los ojos. En el instante mismo, la aguja magnética de la opinión pública se vuelve hacia el polo más fuerte. Todo el mundo se convence en seguida de la nueva verdad. Es como si de pronto se despertase de un error.”
Pero es en el siguiente párrafo donde Spengler nos ofrece una aterradora descripción del panorama político y mediático, incluyendo una metáfora donde se compara el poder de la prensa con una estructura fuertemente regimentada:

La lucha hoy gira alrededor de esas armas. En los ingenuos primeros tiempos, el poderío periodístico era menoscabado por la censura, que servía de arma defensiva a los representantes de la tradición. Entonces la burguesía puso el grito en el cielo, proclamando en peligro la libertad del espíritu. Hoy la masa sigue tranquilamente su camino; ha conquistado definitivamente esa libertad; pero entre bastidores se combaten invisibles los nuevos poderes, comprando la prensa. Sin que el lector lo note, cambia el periódico y, por tanto, el amo .
También aquí triunfa el dinero y obliga a su servicio a los espíritus libres. No hay domador de fieras que tenga mejor domesticada a su jauría. Cuando se le da suelta al pueblo—masa de lectores—precipitase por las calles, lánzase sobre el objetivo señalado, amenaza, ruge, rompe. Basta un gesto al estado mayor de la prensa para que todo se apacigüe y serene. La prensa es hoy un ejército, con armas distintas, cuidadosamente organizadas; los periodistas son los oficiales; los lectores son los soldados.”


Más adelante, Spengler vuelve a ironizar sobre el ideal de libertad dominante en su tiempo (y con mayor razón en el nuestro):

“Antaño no era licito pensar libremente; ahora es licito hacerlo, pero ya no puede hacerse. Piénsase tan sólo qué sea lo que debe quererse; y esto es lo que se llama hoy libertad.”

Y aun más sugerente resulta su percepción de la “libertad de prensa”, que encaja perfectamente con la visión de los contemporáneos detractores de la democracia liberal, los cuales acusan a este régimen de “nuevo totalitarismo”:

Otro aspecto de esta libertad es que, siéndole licito a todo el mundo decir lo que quiera, la prensa es también libre de tomarlo en cuenta y conocimiento o no. Puede la prensa condenar a muerte una «verdad»; bástale con no comunicarla al mundo. Es esta una formidable censura del silencio, tanto más poderosa cuanto que la masa servil de los lectores de periódicos no nota su existencia.”

Poco después añade:

En lugar de la hoguera aparece ahora el gran silencio. La dictadura de los Jefes de partido se apoya sobre la dictadura de la prensa. Por medio del dinero se pretende arrebatar a la esfera enemiga enjambres de lectores y pueblos enteros, para reducirlos al propio alimento intelectual. El lector se entera de lo que debe saber y una voluntad superior informa la imagen de su mundo. Ya no hace falta obligar a los súbditos al servicio de las armas, como hacían los príncipes de la época barroca. Ahora se fustigan sus espíritus con artículos, telegramas, ilustraciones (…)hasta que ellos mismos exigen las armas y obligan a sus jefes a una guerra a la que estos jefes querían ser obligados.”

Por último, y a modo de colofón, léanse estas palabras que quizá vaticinen las formas en las que se materializará la política occidental de un futuro próximo:

“El pensamiento, y con él la acción de la masa, queda sujeto bajo una presión de hierro. Por eso, y sólo por eso, se es lector y elector, esto es, dos veces esclavo. Mientras tanto los partidos se convierten en obedientes séquitos de unos pocos, sobre los cuales el cesarismo ya empieza a lanzar sus sombras.”

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