jueves, 5 de marzo de 2009

LA ECONOMÍA COMO "CONCEPCIÓN DEL UNIVERSO"


"Esta separación entre las distintas clases (las de la época de Augusto) no era nueva: fue una herencia de los usos y costumbres, ya establecidas, del último período de la República. Los criterios distintivos eran de orden puramente material. Hasta un cierto punto se atendía, desde luego, al origen personal; pero lo principal era el acomodo material, una fortuna mayor o menor, un census definido."


MIJAIL ROSTOVTZEFF



Qué duda cabe que si hay un síntoma que revele con especial claridad la decrepitud moral y social de una cultura, ese es el que otorga una desmedida significación a la actividad económica, sobre todo cuando ésta alcanza unas proporciones que la elevan a la categoría de "concepción del universo".


Hasta entonces, la economía había sido relegada a una mera ciencia auxiliar, por completo subordinada a la voluntad directiva de los hombres de Estado. Sin embargo, tras el advenimiento de la burguesía al primer plano social (s.XVII), la situación cambió tan drásticamente que el tradicional perfil de los principales dirigentes de las potencias europeas, de una laureada experiencia militar y estadista, cedió el puesto a una nueva estirpe de políticos, quienes merced a sus amplios conocimientos económicos y financieros, no tardaron en utilizar el poder gubernamental para robustecer, de forma partidista y no menos demagógica, sus ambiciones privadas.


No es la primera vez, empero, que factores puramente económicos han decidido acciones conflictivas a lo largo de la Historia. Sin ir más lejos, baste mencionar que según han puesto de relieve diversos autores, parece razonable suponer la implicación de este tipo de intereses durante las célebres guerras Púnicas (s.III a.C.), donde las potencias de Roma y Cartago se disputaron la hegemonía comercial sobre el mar Mediterráneo. Tales hechos se corresponderían, en la cultura Occidental, con la Primera y Segunda guerras mundiales, conflictos bélicos que más allá de una pueril retórica, esconden subterráneos intereses de un marcado cariz económico.


Todos estos argumentos nos confirman hasta qué punto es el poder del Dinero quien en determinadas épocas dirige al resto de formas vitales de la cultura, desde las más arriesgadas decisiones diplomáticas hasta el criterio que fija la división de las diferentes clases sociales.


En efecto: antes de la irrupción del liberalismo burgués, el término "clase social" designaba una esencia, una cualidad espiritual que, heredada por lo general de los antepasados, impregnaba hasta los detalles más inadvertidos de la existencia. En cambio, desde finales del siglo XVIII hasta nuestros días se ha consolidado la creencia de que "clase social" no es más que una situación económica, expresión que ya deja translucir el carácter transitorio de ésta. Las diferencias entre ambas concepciones saltan a la vista: la primera resalta la cualidad, centrándose en qué consistía la propiedad y cómo había sido adquirida; la segunda, no obstante, tan sólo se preocupa por cuánto se tiene, delatando la perspectiva cuantitativista que hoy sigue encubriendo, también en el plano social, el nihilismo en el que está sumida la sociedad Occidental.


Pero aún más significativa es la circunstancia de que cuando se habla de "crisis mundial" o de "época crítica", casi nunca se plantea remontar el origen de estas situaciones a una correspondiente crisis de las formas vitales (culturales o morales), sino que se da por sentado que todo se debe al producto material de la economía. Esta es la opinión de Spengler:


"Es evidente que las formas económicas son cultura en el mismo grado que los Estados, las religiones, los pensamientos y las artes. Pero a lo que se apunta no es a las formas de la vida económica (...), sino al producto material de la actividad económica, el cual se equipara hoy, sin más ni más, al sentido de la cultura y de la Historia, y cuya disminución se considera, de un modo plenamente materialista y mecanicista, como "causa" y contenido de la catástrofe mundial".

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